lunes, 1 de julio de 2019

Las botas viejas



Un estudiante universitario salió un día a dar un paseo con uno de sus profesores, a quien los alumnos consideraban un amigo debido a su bondad para quienes seguían sus instrucciones.
Mientras caminaban, vieron en el camino un par de botas viejas y supusieron que pertenecían a un anciano que trabajaba en el campo de al lado y que estaba a punto de terminar sus labores diarias.

El alumno dijo al profesor:

- Gastémosle una broma; escondamos las botas y ocultémonos detrás de esos arbustos para ver su cara cuando no las encuentre.

- Mi querido amigo -le dijo el profesor-, nunca tenemos que divertirnos a expensas de los pobres. Tú eres rico y puedes darle una alegría a este hombre.

Coloca una moneda en cada zapato y luego nos ocultaremos para ver cómo reacciona cuando las encuentre.
Eso hizo y ambos se ocultaron entre los arbustos cercanos.

El hombre pobre, terminó sus tareas, y cruzó el terreno en busca de sus botas y su abrigo.

Se puso su abrigo y luego deslizó el pie en la bota, pero al sentir algo adentro, se agachó para ver qué era y encontró la moneda. Pasmado, se preguntó qué podía haber pasado. Miró la moneda, le dio vuelta y la volvió a mirar. A continuación, miró a su alrededor, hacia todos lados, pero no se veía a nadie.

La guardó en el bolsillo y se puso la otra bota; su sorpresa fue doble al encontrar la otra moneda.

Sus sentimientos lo sobrecogieron; cayó de rodillas y levantó la vista al cielo pronunciando un ferviente agradecimiento en voz alta, hablando de su esposa enferma y sin ayuda y de sus hijos que no tenían pan y que debido a una mano desconocida, tendrían para cenar.

El estudiante quedó profundamente afectado y se le llenaron los ojos de lágrimas.

- Ahora- dijo el profesor- ¿no estás más complacido que si le hubieras gastado una broma?

El joven respondió:

- Usted me ha enseñado una lección que jamás olvidaré. Ahora entiendo algo que antes no entendía: es mejor dar que recibir.


Autor desconocido

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