domingo, 8 de octubre de 2017

El Oasis


Un joven llegó al borde de un oasis contiguo a un pueblo y acercándose a un anciano le preguntó:

-¿Qué clase de persona vive en este lugar?.

-¿Qué clase de persona vive en el lugar de donde tú vienes?, preguntó a su vez el anciano.

-"Oh, un grupo de egoístas y malvados, replicó el joven- estoy encantado de haberme ido de allí".

A lo cual el anciano contestó:

-" Lo mismo vas a encontrar aquí".

Ese mismo día, otro joven se acercó a beber agua al oásis y viendo al anciano, preguntó:

-¿Qué clase de personas viven en este lugar?.

El viejo respondió con la misma pregunta:

-¿Qué clase de personas viven en el lugar de donde tú vienes?.

-"Un magnífico grupo de personas, honestas, amigables, hospitalarias, me duele mucho haberlos dejado".

-"Lo mismo encontrarás aquí", respondió el anciano.

Un hombre que había oído ambas conversaciones preguntó al viejo:

-¿Cómo es posible dar dos respuestas diferentes a la misma pregunta?.

A lo cual el viejo respondió:

-"Cada cual lleva en su corazón el medio ambiente donde vive. Aquel que no encontró nada nuevo en los lugares donde estuvo, no podrá encontrar otra cosa aquí. Aquel que encontró amigos allá, podrá encontrar también amigos aquí, porque a decir verdad, tu actitud mental es lo único en tu vida sobre lo cual puedes mantener control absoluto".

Siempre que tengas una actitud positiva hallarás la verdadera riqueza de la vida. Si miras dentro de tí sabrás que posees una gran fortaleza para entregar y para descubrir todas las cosas buenas en los demás.

¡Pídele al Señor qué siempre encuentres un oasis de paz!


Autor desconocido

viernes, 6 de octubre de 2017

La segunda oportunidad


Existió alguna vez un hombre muy rico que poseía muchos bienes, una gran estancia, mucho ganado, varios empleados, y un único hijo, su heredero.

Lo que más le gustaba al hijo era hacer fiestas, estar con sus amigos y ser adulado por ellos.

Su padre siempre le advertía que sus amigos solo estarían a su lado mientras él tuviese algo que ofrecerles; después, lo abandonarían.

Un día, el viejo padre, ya avanzado en edad, dijo a sus empleados que le construyan un pequeño establo.

Dentro de él, el propio padre preparó una horca y, junto a ella, una placa con algo escrito:

“PARA QUE NUNCA DESPRECIES LAS PALABRAS DE TU PADRE.”

Más tarde, llamó a su hijo, lo llevó al establo, y le dijo:

“Hijo mío, yo ya estoy viejo y, cuando yo me vaya, tú te encargarás de todo lo que es mío…

Y yo sé cual será tu futuro.

Vas a dejar la estancia en manos de los empleados y vas a gastar todo el dinero con tus amigos.

Venderás todos los bienes para sustentarte y, cuando no tengas más nada, tus amigos se apartarán de ti.

Solo entonces te arrepentirás amargamente por no haberme escuchado.

Fue por esto que construí esta horca.”

“Quiero que me prometas que, si sucede lo que yo te dije, te ahorcarás en ella.”

El joven se rió, pensó que era un absurdo, pero, para no contradecir al padre, prometió, pensando que eso jamás podría suceder.

El tiempo pasó, el padre murió, y su hijo se encargó de todo, pero, así como su padre había previsto, el joven gastó todo, vendió los bienes, perdió sus amigos y hasta la propia dignidad.

Desesperado y afligido, comenzó a reflexionar sobre su vida y vio que había sido un tonto.

Se acordó de las palabras de su padre y comenzó a decir:

“Ah, padre mío…

Si yo hubiese escuchado tus consejos… Pero ahora es demasiado tarde.”

Apesadumbrado, el joven levantó la vista y vio el establo. Con pasos lentos, se dirigió hasta allá y entrando, vio la horca y la placa llenas de polvo, y entonces pensó:

“Yo nunca seguí las palabras de mi padre, no pude darle alegría cuando estaba vivo, pero, al menos esta vez, haré su voluntad. Voy a cumplir mi promesa. No me queda nada más…”

Entonces, él subió los escalones, se colocó la cuerda en el cuello, y pensó:

“Ah, si yo tuviese una nueva oportunidad…”

Entonces, se tiró desde lo alto de los escalones y, por un instante, sintió que la cuerda apretaba su garganta…

Era el fin.

Pero el brazo de la horca era hueco. Se quebró fácilmente y el joven cayó al piso.

Sobre él cayeron joyas, esmeraldas, perlas, rubíes, zafiros y brillantes, muchos brillantes.

La horca estaba llena de piedras preciosas y una nota también cayó en medio de ellas.

En ella estaba escrito:

Esta es tu nueva oportunidad.

¡Te amo, hijo!


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