domingo, 29 de diciembre de 2019

El árbol de la Cruz



Una vez una persona andaba buscando al Señor. Le habían hablado de una invitación que hacía a todos para llegar hasta su Reino, donde dicen que tenía reservada una morada para cada uno de sus amigos, y él también tenía ganas de ser amigo del Señor. ¿Por qué no? Si otros lo habían logrado, ¿qué le impedía a él llegar a ser uno de ellos?

Averiguando acerca del paradero, se enteró de que el Señor se había ido monte adentro con un hacha, a fin de preparar para cada uno de sus amigos, lo que necesitaría para el viaje y se marchó a buscarlo. Los golpes del hacha lo fueron guiando hasta una isleta. Atravesó el bosque tratando de acercarse al lugar de donde provenían los golpes. Al fin llegó y se encontró con el mismísimo Señor que estaba preparando las cruces para cada uno de sus amigos, antes de partir hacia su casa, a fin de disponer un lugar para cada uno.

-¿ Qué estás haciendo? -le preguntó el joven al Señor.

-Estoy preparando a cada uno de mis amigos la cruz con la que tendrán que cargar para seguirme y así poder entrar en mi Reino.

-¿Puedo ser yo también uno de tus amigos? -volvió a preguntar el muchacho-

-¡Claro que sí! -le dijo Jesús-. Es lo que estaba esperando que me pidieras. Si quieres serlo de verdad, tendrás que tomar también tu cruz y seguir mis huellas. Yo tengo que adelantarme para ir a prepararles un lugar.

-¿Cuál es mi cruz, Señor?

-Esta que acabo de hacer. Sabiendo que venías y viendo que los obstáculos no te detenían, me dispuse a preparártela especialmente y con cariño para ti.

La verdad que muy, muy preparada no estaba. Se trataba prácticamente de dos troncos cortados a hacha, sin ningún tipo de terminación ni arreglos. Las ramas de los troncos habían sido cortadas de abajo hacia arriba, por lo que sobresalían pedazos por todas partes. Era una cruz de madera dura, bastante pesada, y sobre todo muy mal terminada. El joven al verla pensó que el Señor no se había esmerado demasiado en preparársela. Pero como quería realmente entrar en el Reino, se decidió a cargarla sobre sus hombros, comenzando el largo camino, con la mirada en las huellas del Maestro. Y cargó la incómoda cruz. Hizo también su aparición el diablo, es su costumbre hacerse presente en estas ocasiones, y en aquella circunstancia no fue diferente, porque donde anda Dios, acude el diablo.

Desde atrás le pegó el grito al joven que ya se había puesto en camino.

-¡Olvidaste algo! Extrañado por aquella llamada, miró hacia atrás y vio al diablo muy comedido, que se acercaba sonriente con el hacha en la mano para entregársela.

-Pero ¿cómo? ¿ También tengo que llevarme el hacha? - preguntó molesto el muchacho.

-No sé -dijo el diablo haciéndose el inocente. Pero creo es conveniente que te la lleves por lo que pueda pasar en el camino. Por lo demás, sería una lástima dejar abandonada un hacha tan bonita.

La propuesta le pareció tan razonable, que sin pensar demasiado, tomó el hacha y reanudó su camino. Duro camino, por varios motivos. Primero, y sobre todo, por la soledad. Él creía que lo haría con la visible compañía del Maestro. Pero resulta que se había ido, dejando solo sus huellas.

Siempre la cruz encierra la soledad, y a veces la ausencia que más duele en este camino es la de no sentir a Dios a nuestro lado. Algo así como si nos hubiera abandonado.

El camino también era duro por otros motivos. En realidad no había camino. Simplemente eran huellas por el monte. Hacía frío en aquel invierno y la cruz era pesada. Sobre todo, era molesta por su falta de terminación. Parecía como que las salientes se empeñaran en engancharse por todas partes a fin de retenerlo. Y se le incrustaban en la piel para hacerle más doloroso el camino.

Una noche particularmente fría y llena de soledad, se detuvo a descansar en un descampado. Depositó la cruz en el suelo, a la vez que tomó conciencia de la utilidad que podría brindarle el hacha. Quizá el Maligno -que lo seguía a escondidas- ayudó un poco arrimándole la idea mediante el brillo del instrumento.

Lo cierto es que el joven se puso a arreglar la cruz. Con calma y despacito le fue quitando los nudos que más le molestaban, suprimiendo aquellos muñones de ramas mal cortadas, que tantos disgustos le estaban proporcionando en el camino. Y consiguió dos cosas.

Primero, mejorar el madero. Y segundo, consiguió reunir un montoncito de leña que le vino como mandado a pedir para prepararse una hoguera con el que calentar sus manos ateridas. Y así esa noche durmió tranquilo.

A la mañana siguiente reanudó su camino. Y noche a noche su cruz fue mejorada, pulida por el trabajo que en ella iba realizando.

Mientras su cruz mejoraba y se hacía más llevadera, conseguía también tener la madera necesaria para hacer fuego cada noche.

Casi se sintió agradecido al demonio porque le había hecho traerse el hacha consigo. Después de todo había sido una suerte contar con aquel instrumento que le permitía el trabajo sobre su cruz.

Estaba satisfecho con la tarea, y hasta sentía un pequeño orgullo por su obra de arte. La cruz tenía ahora un tamaño razonable y un peso mucho menor. Bien pulida, brillaba a los rayos del sol, y casi no molestaba al cargarla sobre sus hombros. Achicándola un poco más, llegaría finalmente a poder levantarla con una sola mano como un estandarte para así identificarse ante los demás como seguidor del crucificado. Y si le daban tiempo, podría llegar a acondicionarla hasta tal punto que llegaría al Reino con la cruz colgada de una cadenita al cuello como un adorno sobre su pecho, para alegría de Dios y testimonio ante los demás.

Y de este modo consiguió su meta, es decir, sus metas. Porque para cuando llegó a las murallas del Reino, se dio cuenta de que gracias a su trabajo, estaba descansado y además podía presentar una cruz muy bonita, que ciertamente quedaría como recuerdo en la Casa del Padre.

Pero no todo fue tan sencillo. Resulta que la puerta de entrada al Reino estaba colocada en lo alto de la muralla. Se trataba de una puerta estrecha, abierta casi como una ventana a un altura imposible de alcanzar.

Llamó a gritos, anunciando su llegada. Y desde lo alto se le apareció el Señor invitándolo a entrar.

-Pero, ¿cómo, Señor? No puedo. La puerta está demasiado alta y no la alcanzo.

-Apoya la cruz contra la muralla y luego trepa por ella utilizándola como escalera -le respondió Jesús-. Yo te dejé a propósito los nudos para que te sirviera. Además tiene el tamaño justo para que puedas llegar hasta la entrada.

En ese momento el joven se dio cuenta de que realmente la cruz recibida habia tenido sentido y que de verdad el Señor la había preparado bien. Sin embargo, ya era tarde. Su pequeña cruz, pulida, y recortada, le parecía ahora un juguete inútil. Era muy bonita pero no le servía para entrar. El diablo, astuto como siempre, había resultado mal consejero y peor amigo.

Pero, el Señor es bondadoso y compasivo. No podía ignorar la buena voluntad del muchacho y su generosidad en querer seguirlo. Por eso le dio un consejo y otra oportunidad.

-Vuelve sobre tus pasos. Seguramente en el camino encontrarás a alguno que ya no puede más, y ha quedado aplastado bajo su cruz. Ayúdale tú a traerla. De esta manera tú le posibilitarás que logre hacer su camino y llegue. Y él te ayudará a ti a que puedas entrar...



Autor desconocido

Cuarenta días otra vez



¡Cuarenta días, otra vez!. Me pregunto: ¿Qué haré este año? ¿Dejaré de fumar?. ¿Dejaré de tomar cerveza o refrescos? ¿Dejaré de comer dulces? ¿Dejaré de ver la televisión? ¿Dejaré de pasar tanto tiempo en las redes sociales? ¿Dejaré de enviar tantos whatsapps inútiles? ¿Y las fiestas que tengo planificadas? ¿No me conviene entonces? ¿Dejaré de...?

No, no, nada de esto es buena idea, definitivamente no. Ya sé, tomaré el café sin azúcar, la leche sin chocolate, no comeré tortillas de harina, no veré películas entre semana.

¡Cuarenta días otra vez! Y es que esta es, verdaderamente, la misma vieja historia que se repite año tras año: tratar de resignarme y vivir este tiempo de cuaresma, con la "Ley del mínimo esfuerzo". Y como siempre, dará resultado por unos cuantos días. Y es que estoy perdiendo de vista el objetivo. Pero yo mismo me río, porque ¿cuál es el objetivo?

¡Señor!, ¿No te das cuenta de que estoy perdido? ¡Cuaresma! ¡Cuarenta días, otra vez! Oración, ayuno, penitencia, conversión, limosna, confesarse, comulgar, ser mejor, cambiar, ¿ayudar a los demás? ¿indulgencias? ¿de qué se trata todo esto? Jesús, realmente no entiendo, no creo ni lo acepto. ¿Por qué es tan difícil? ¿Por qué batallo tanto?

"Es Jesús mismo quien te responde"

- Yo soy el camino, la verdad y la vida. Todo lo que te pido es que me sigas. Que vengas conmigo adonde yo vaya en este camino de la cruz. Cuarenta días, sí, otra vez. Porque te necesito a ti. No necesito tus cigarros, ni tus bebidas, ni tus refrescos, ni el azúcar, ni el café, ni el chocolate. Sí, claro, todo esto te ayuda a vivir el espíritu de sacrificio, pero lo que yo necesito eres "TÚ". Necesito tus pies, necesito tus manos, necesito tus ojos, necesito tu libertad, tu memoria, tu voluntad, necesito tu comprensión, necesito tu mente, tu corazón y tu alma.

!Cuarenta días... otra vez¡ Déjame sanarte interiormente, déjame darte mi Amor, déjame mostrarte mi perdón y mi misericordia. Esto es lo que te pido:

Déjame entrar a tu corazón; acércate a mí en el silencio de tu alma y en la quietud de tu conciencia, ahí estoy yo, sediento de ti, esperándote con los brazos abiertos.

!Cuarenta días... otra vez ¡Sé que no es fácil, pero ciertamente es posible. El camino es largo y a ratos puede parecer aburrido y sin sentido. Te vas a cansar, muy pronto te vas a desanimar, puede ser doloroso y difícil, pero acuérdate que estoy contigo, siempre contigo.

Para convertir tu cansancio en ánimo, tu tristeza en alegría, tu pecado en gracia, tu soledad en compañía. No fue nada fácil para mí hacerlo hace ya dos mil años. Estaba solo, hambriento, cansado, tuve tentaciones pero tenía la seguridad de que mi Padre no me abandonaría. Escuché dentro de mi corazón: "Confía en MI"

No dejes que estos cuarenta días sean nada más un cambio cuaresmal, "otra vez". Arriésgate a caminar conmigo, sé valiente y acepta el reto, haz de este camino de la cruz algo muy especial... TÚ y YO, un camino desde dentro del corazón.

¡Cuarenta días... sí, otra vez, pero distintos! "Confía en Mi", Caminaremos juntos, sufriremos juntos, moriremos juntos al pecado en la cruz, para resucitar y VIVIR juntos mi GRACIA en la LUZ de la PASCUA de este año. "TENGO HAMBRE Y SED DE TI"


Autor desconocido

Vale la pena



Vale la pena... cada espina, cada rosa... cada lágrima que riega lo que florecerá en sonrisa... porque la Vida es maravillosa por ella misma... no importan las penas no importa el desamor... porque pasa... todo pasa y el sol vuelve a brillar...

Hay momentos que sentimos que todo está mal, que nuestras vidas se hunden en un abismo tan profundo, que no se alcanza a ver ni un pequeño resquicio por el que pase la luz.

En esos momentos debemos tomar todo nuestro amor, nuestro coraje, nuestros sentimientos, nuestra fuerza y luchar por salir adelante.

Muchas veces nos hemos preguntado si vale la pena entusiasmarnos de nuevo, y solo puedo contestar una cosa: Hagamos que nuestra vida valga la pena.

Vale la pena sufrir, porque he aprendido a amar con todo el corazón.

Vale la pena entregar todo, porque cada sonrisa y lágrima son sinceras.

Vale la pena agachar la cabeza y bajar las manos, porque al levantarlas seré mas fuerte de corazón.

Vale la pena una lágrima, porque es el filtro de mis sentimientos, a través de ella me reconozco frágil y me muestro tal cual soy.

Vale la pena cometer errores, porque me da mayor experiencia y objetividad.

Vale la pena volver a levantar la cabeza, porque una sola mirada puede llenar ese espacio vacío.

Vale la pena volver a sonreír, porque eso demuestra que he aprendido algo más.

Vale la pena acordarme de todas las cosas malas que me han pasado, porque ellas forjaron lo que soy el día de hoy.

Vale la pena mirar hacia atrás, porque así sé que he dejado huella en los demás.

Vale la pena vivir, porque cada minuto que pasa es una oportunidad de volver a empezar.

Todo esto son solo palabras, letras entrelazadas con el único fin de dar una idea. Lo demás, depende de cada uno de nosotros.

Dejemos que nuestras acciones hablen por nosotros. Hagamos que nuestra vida valga la pena. Seamos felices... ¿Verdad que vale la pena?



Autor desconocido

La gansa de los huevos de oro



Un día un campesino fue a revisar el nido de su gansa y allí encontró un huevo amarillo y brillante. Cuando lo recogió notó que era muy pesado y entonces pensó en tirarlo, porque pensó que alguien le había jugado una broma.

Pero decidió mejor llevarlo a casa y pronto descubrió que era un huevo de oro puro.

Cada mañana ocurría lo mismo, por lo que se llenó de riqueza vendiendo estos huevos. Mientras su fortuna crecía, también lo hacía su codicia, y pensando en obtener todo el oro que la gansa pudiera darle, la mató y la abrió pero dentro de su cuerpo no encontró nada.

No olvides: ¡la codicia no es buena!


Autor desconocido




El libro de tu vida



Hoy cierras un volumen más del libro de tu vida, pues acaba el año. Cuando comenzaste este libro todo era tuyo, te lo puso Dios en las manos, podías hacer de él lo que quisieras: un poema, una pesadilla, una blasfemia, un sistema, una oración... Podías... Hoy ya no puedes; no es tuyo, ya lo has escrito, ahora es de Dios. Te lo va a leer Dios el mismo día en que mueras con todos sus detalles. Ya no puedes corregirlo. Ha pasado al dominio de la eternidad.

Piensa por unos momentos en esta última noche del año. Toma tu viejo libro y hojéalo despacio, deja pasar sus páginas por tus manos y por tu conciencia. Ten el gusto de verte a ti mismo. Lee todo. Repite aquellas páginas de tu vida en las que pusiste tu mejor estilo.

No te olvides de que uno de tus mejores maestros eres tú mismo. Lee también aquellas páginas que quisieras no haber escrito nunca. No, no intentes arrancarlas. Es inútil, ten valor para leerlas. Son tuyas, no puedes arrancarlas; pero puedes anularlas cuando escribas tu siguiente libro. Si lo haces, Dios pasará éstas de corrido cuando lea tu próximo libro en el último día.

Lee tu libro viejo en la última noche del año. Hay en él trozos de ti mismo, es un drama apasionado en el que el primer personaje eres tú. Tú en la escena con Dios, con tu familia, con tu trabajo, con la sociedad. Tú lo has escrito con el instrumento asombroso de tu libre albedrío sobre la superficie inmensa y movediza del mundo. Es un libro misterioso que en su mayor parte, la más interesante, no pueden leerlo más que Dios y tú.


Si tienes ganas de besarlo, bésalo; si quieres llorar, llora; llora fuerte sobre tu libro viejo en esta última noche del año. Pero sobre todo, reza sobre tu libro viejo. Tómalo entre tus manos, levántalo hacia el cielo y dile a Dios solo dos cosas: ¡Gracias! y ¡Perdón!... Después dáselo a Cristo.

No importa cómo esté, aunque tenga páginas negras. Cristo sabe perdonar. Esta noche te ha de dar Dios otro libro completamente blanco y nuevo. Es todo tuyo. Vas a poder escribir en él lo que quieras.

Pon el nombre de Dios en la primera página. Después dile que no te deje escribirlo solo. Dile que te lleve siempre de la mano... y del corazón...



Autor desconocido

Me tienta



Ayúdame a hacer silencio, Señor, quiero escuchar tu voz. Toma mi mano, guíame al desierto. Que nos encontremos a solas, Tú y yo.

Necesito contemplar tu rostro, me hace falta el calor de tu voz, caminar juntos" callar, para que hables Tú.

Quiero revisar mi vida, descubrir en qué tengo que cambiar, afianzar lo que anda bien, sorprenderme con lo nuevo que me pides.

Me pongo en tus manos, ayúdame a dejar a un lado las prisas, las preocupaciones que llenan mi cabeza.

Barre mis dudas e inseguridades, quiero compartir mi vida y revisarla a tu lado. Ver dónde aprieta el zapato para urgir el cambio.

Me tienta el activismo. Me tienta la seguridad, hay que hacer, hacer y hacer. Y me olvido del silencio, dedico poco tiempo a la oración. ¿Leer tu Palabra en la Biblia?" para cuando haya tiempo.

Me tienta la incoherencia. Hablar mucho y hacer poco. Mostrar apariencia de buen cristiano, pero dentro, donde sólo Tú y yo nos conocemos, tenemos mucho que cambiar.

Me tienta ser el centro del mundo. Que los demás giren a mi alrededor. Que me sirvan en lugar de servir. Me tienta la idolatría. Fabricarme un ídolo con mis proyectos, mis convicciones, mis certezas y conveniencias, y ponerle tu nombre de Dios.

Me tienta la falta de compromiso. Es más fácil pasar de largo que bajarse del caballo y actuar como el buen samaritano. ¡Hay tantos caídos a mi lado, Señor, y yo me hago el distraído!

Me tienta la falta de sensibilidad, no tener compasión, acostumbrarme a que otros sufran y tener excusas, razones, explicaciones" que no tienen nada de Evangelio pero que me conforman" un rato, Señor, porque en el fondo no puedo engañarte.

Me tienta separar la fe y la vida. Leer el diario, ver las noticias sin indignarme evangélicamente por la ausencia de justicia y la falta de solidaridad.

Me tienta el mirar la realidad sin la mirada del Reino. Me tienta el alejarme de la política, la economía, la participación social" que se metan otros" yo, cristiano sólo el Domingo. Misa y gracias"

Me tienta el tener tiempo para todo menos para lo importante. La familia, los hijos, la oración" al cuadragésimo lugar. Hay cosas más importantes. ¿Las hay?

Me tienta, Señor, el desaliento, lo difícil que a veces se presentan las cosas. Me tienta la desesperanza, la falta de utopía. Me tienta el dejarlo para mañana, cuando hay que empezar a cambiar hoy.

Me tienta creer que te escucho cuando escucho mi voz. ¡Enséñame a discernir! Dame luz para distinguir tu rostro.

Llévame al desierto de la oración, Señor, despójame de lo que me ata, sacude mis certezas y pon a prueba mi amor. Para empezar de nuevo, humilde, sencillo, con fuerza y Espíritu para vivir fiel a Ti. 


Amén.


Autor desconocido

¿Quién dijo que no se podía?



Aquel niño tenía tan solo siete años. Su maestra lo dio por caso perdido. En presencia del pequeño habló con la madre y le dijo que era “vacío” y que era inútil que siguiera asistiendo a la escuela. La pobre mujer, avergonzada, le enseñó a leer personalmente en la casa. Aquel muchacho con el tiempo dejó su nombre escrito en cientos de patentes sobre inventos que afectaron la vida de toda la humanidad. ¿Su nombre? Tomás Alba Edison. ¿Sus inventos? Entre cientos de ellos, la luz eléctrica y el disco fonográfico.

Es sorprendente cuán a menudo grandes hombres y mujeres fueron juzgados erróneamente antes de que se volvieran famosos. De Abraham Lincoln se dijo que “solo había ido cuatro meses a la escuela, que era un soñador y que se empeñaba en hacer preguntas estúpidas”. Pero el hombre llegó a la presidencia de su país, y desde ahí tomó decisiones tan dramáticas en su tiempo como la abolición de la esclavitud, y condujo con mano firme el gobierno a través de una guerra civil que acabó ganando, con lo que sentó las bases para la grandeza futura de su nación.

Del gran cantante Enrico Caruso se dijo que no tenía voz. De Albert Einstein que era un estudiante muy malo, mentalmente lento, poco sociable y siempre soñador. De Amelia Earhart, la pionera aviadora, se dijo que si bien era brillante y llena de curiosidad, tenía tanto interés por los insectos y demás cosas que se arrastran que jamás podría “pensar con altura”. A Benito Juárez se le juzgaba “inferior” por su ascendencia totalmente indígena, al punto de que los conservadores mexicanos buscaron en Europa a alguien de “sangre azul” para que lo remplazara en el gobierno.

Hay algo interesante en la biografía de todos estos personajes, lograron probar que esas predicciones negativas eran erróneas. Descubrieron que con su esfuerzo podían superar las adversidades. Descubrieron algo que usted y yo deberíamos descubrir también, que el poder con que Dios nos dotó, es mucho más fuerte que la opinión, quizá hasta sincera, con que los “expertos” quieran marcarnos.

Lo negativo: Dejar que la opinión ajena marque lo que podemos y lo que no podemos hacer.

Lo positivo: Tener una actitud resistente que se convierta en el método para manejar la opinión ajena desfavorable, como nuestro desafío para el futuro.



Autor desconocido

Prioridades



Si supieras que hoy es el último día de tu vida, ¿cuánto tiempo dedicarías a cosas que no significan nada en el contexto de la eternidad?

Los minutos se tornarían sumamente valiosos, por lo que optarías por emplearlos en lo que es más importante para ti. Las cosas del mundo te parecerían vanas, te resultarían casi ofensivas.

Desearías manifestar amor a quienes quieres más entrañablemente y te asegurarías de que supieran cuánto significan para ti.

Te dedicarías a subsanar todo lo que hiciste mal y a reconciliarte con quienes has tenido alguna diferencia.

Si alguna vez has visto la muerte cara a cara o has convivido con un ser querido que padecía una enfermedad letal y te diste cuenta de cómo cambió por completo su orden de prioridades, ya me entiendes. En esos momentos, todo se vuelve sumamente claro. Lo único que reviste importancia es el amor.

La felicidad y la alegría que Jesús puede darnos no tienen punto de comparación con lo que el mundo nos ofrece.

Él nos da alegría, paz, amor, satisfacción, conocimiento, verdad... El mundo no tiene forma de competir con Él en esos aspectos. Se requiere cierta disciplina mental y física para aprender a valorar esas cosas más que las imágenes, los sonidos, los sabores y los placeres del mundo. Se trata de satisfacer el corazón y la mente más que los cinco sentidos. En última instancia, eso es lo único que el mundo puede darnos: una satisfacción temporal por medio de la vista, el oído, el olfato, el paladar y el tacto. Más allá de eso, no hay nada en el mundo que pueda satisfacer las ansias del alma. Solo Jesús puede. Él es la solución. Pero mientras sigamos procurando que las cosas de este mundo nos satisfagan y nos hagan felices, no encontraremos la verdad (1 Juan 2:15-17).

Nuestra alma recibe de Dios su personalidad. Fue concebida para que Él la llenara. El peligro al que nos enfrentamos todos es el de llenar nuestra alma de mezquinas ambiciones y de nuestra miope concepción de lo que es sentirnos realizados, sin dejar espacio para la obra que debe realizarse en nosotros.

Autor desconocido


Gracias, Señor, por el dolor




Tras una larga y triste enfermedad como es la colitis ulcerativa crónica, y después de recibir la misericordia de Dios con una curación milagrosa, me pregunté: ¿para qué sirvieron estos catorce años de dolor? Y ahora encuentro la respuesta. Yo no sería quien soy ahora si no hubiera padecido la enfermedad.

Yo era una persona vanidosa y altiva que despreciaba los malos olores y la comida insípida, y aprendí que aún en medio de perfumes, este cuerpo en el que habito algún día se descompondrá y por más perfumes y belleza, la gente huirá ante el olor fétido de la muerte...

Aprendí que después de 3 días de "NADA VIA ORAL" yo, la "delicada", era capaz de suplicar por un simple pedazo de pan... Conocí la resistencia de este cuerpo frágil y maltrecho que después de seis días sin comer se resignó a no masticar alimento y ya ni siquiera quería soñar con manjares.

Aprendí que el dolor ennoblece a las personas y las sensibiliza, y las hace solidarias con sus semejantes, al punto de olvidar su propio dolor y conmoverse por el ajeno.

Recuerdo en uno de mis muchos internamientos en que me ubicaron en un cuarto aislado donde sólo había dos camas, a la doctora de turno se le metió en la cabeza que lo que yo padecía era una pancreatitis ( luego se dieron cuenta que el diagnóstico estaba equivocado) y decidió ponerme sondas naso gástricas (mangueras por la nariz para evacuar el líquido estomacal), el dolor era insoportable, debido a que tengo el tabique nasal desviado y me introdujeron la manguera por la única fosa nasal que me permitía respirar quedé privada de ese "privilegio" y al hacerlo por la boca la sonda que pasaba por mi garganta me provocaba la sensación de tener un palillo de dientes asfixiándome en mi tráquea... grité cuanto pude a lo largo de cuatro horas con la intensión de conmover, o al menos desesperar a las enfermera hasta que al fin, aunque fuera con el fin de callarme me quitaran el tormento de aquella sonda espantosa que me dejó traumada de por vida.

Al fin después de tanto escándalo y más por cansancio que por compasión, me quitaron la sonda y al fin pude respirar tranquila.


Cuando me volteé para ver al fin a mi compañera de cuarto, descubrí que era una mujer madura de unos 60 y tantos años, y tenía los ojos anegados de lágrimas y me dijo: "¡Gracias a Dios! Gracias a Dios que al fin te quitaron ese martirio, yo he estado pidiendo al Señor todo este tiempo, no sabe cuánto la considero y tenía el corazón partido al verla sufrir así" Le agradecí por su oración y le pregunté por qué se hallaba allí. Me explicó algo acerca de una herida que se había hecho en un brazo y que se le había agravado debido a una diabetes severa que sufría, cuando me recuperé y pude incorporarme para ver su herida tuve que ponerme la mano en la boca para contener el grito, aquella herida abarcaba casi mas de la mitad de la circunferencia de su brazo, a la altura del hombro y podía verse incluso parte del hueso. Al día siguiente, su esposo me contó que estaban a punto de amputarle el brazo y que estaban esperando un milagro... ¡Y ASÍ, EN ESAS CONDICIONES, ESTABA ORANDO POR MI! ¡POR UN MOMENTO OLVIDÓ SU PROPIO DOLOR, PARA INTERCEDER CONMOVIDA POR EL MÍO! Jamás había visto tal generosidad en alguien; y conforme pasó el tiempo y regresé repetidas veces al hospital, vi muchas más escenas como esa en las que en muchas otras ocasiones fui yo quien oró e intercedió por otros.

Esto fue lo que aprendí del dolor, esto fue lo que me dejaron 14 años de sufrimiento:


Aprender a valorar las cosas que tengo y no desear lo que está lejano, aprender a ser solidaria con mis semejantes, aprender que no soy más que nadie y que a la hora del dolor todas las lágrimas son saladas sin importar la clase social o el nivel académico. Aprendí sobre todo que Dios es el mismo para todos los que lloran, sean blancos o negros, viejos o jóvenes, letrados o ignorantes, buenos o malos... Todos lo invocamos por igual en medio de la desesperación y el dolor, y Él, como un Padre amoroso acude ante la llamada... sin excepción.


Autor desconocido

miércoles, 18 de diciembre de 2019

El Ejecutivo




El hombre se despojó de su lastre terrenal y se encaminó directamente hacia las puertas del Cielo. Con un gesto le indicaron que dejara el portafolio en el umbral.

El Ángel Portero le pregunto:

-¿Qué hiciste de tu vida?...

-Tengo... tuve varias propiedades. Piso con vistas al río, un apartamento precioso, un local comercial con vivienda arriba, un chalet con piscina, etc.

-¿Qué hiciste de tu vida? -repitió el Ángel.

La flamante alma se sorprendió. Quizá los bienes inmuebles no se tenían en cuenta, pensó algo amoscado.

-Cuenta corriente en bancos, caja de caudales. Tengo... tenía una fabriquita -siempre le había gustado llamar a su empresa "fabriquita"- de unos setenta empleados entre obreros, oficinistas, corredores y personal de custodia.

Casi agrega "Nada del otro mundo", pero se dio cuenta de que estaba en el otro mundo...

-¿Qué hiciste de tu vida? -insistió el Portero Celestial.

El alma del ejecutivo se movió inquieta. Lo que más echaba de menos era el portafolios. Cuando se despojó de él, se sintió desnudo. Y, definitivamente, muerto.

-Soy...era socio de un club de golf y de otro de equitación, muy exclusivo. Justamente gracias a ese maldito accidente, perdón, se me escapó; es que estoy en tu presencia...

-¿Qué hiciste de tu vida?...

El Ejecutivo pensó si no se había equivocado de rumbo y en vez de en el Paraíso estaría en otra galaxia.

-Me casé y tuve cinco hijos.

-¿Qué hiciste...? -Comenzó el Portero y el otro se apresuró.

-A todos les dí estudio. A los varones los saqué derechos y a las mujeres las casé con excelentes partidos. Todos bien encaminados, gracias a Dios y a mis esfuerzos, continuarán con la firma, darán lustre al apellido.

-¿Qué...?

El Ejecutivo se estremeció. ¡Si pudiera aferrarse a su bienamado portafolios!...¡Eso lo haría sentirse seguro y no como ahora, parado en el aire!...

-A mi esposa nunca le hice faltar nada: creaciones de modistas famosos, pieles, joyas, viajes. Todos los caprichos...

Los ojos del Ángel se nublaron como un cielo torrentoso. Los nimbos pasaban no sólo por sus pupilas sino por todo el rostro.

-Entendámonos de una buena vez: ¿qué hiciste con tus manos?

-¿Con mis manos....? -el hombre se miró las manos como si las viera por primera vez. Después sonrió. Ahora se daba cuenta de qué quería averiguar el Ángel-. ¡Amasé una fortuna con mis propias manos!... Empecé desde abajo, golpeando el hierro, puliendo el metal, trabajando la madera...

-¿Qué más?

-Golpeé, martillé, serruché, limé, tallé -se sentía tan cansado como si todas las labores las estuviera haciendo allí mismo.

-¿Qué más?

-¿Qué más? Saqué cuentas, pagué a los acreedores, manejé autos, máquinas y herramientas. Alguna vez, lo confieso, levanté mi mano contra mis propios hijos, pero siempre por su bien, ¡para enderezarlos desde chicos!...

Advirtió que estaba gritando en un lugar donde el silencio era una bendición.

El Ángel hizo un gesto amistoso, el único gesto amistoso desde que empezara el interrogatorio. En el vaivén de ese gesto, él vio un extremo del club exclusivo y su propia caída del caballo, rodeado de curiosos...

-Ese soy yo -dijo infantilmente conmovido.

Otro movimiento y vio a su mujer, elegante en su luto, junto al clan familiar.

-Me parece que lloran... Los chicos también...-contestó casi alegre, apenas convencido, mientras las propias lágrimas le resbalaban por las traslúcidas mejillas. ¡Lloran por mí!...

-Lloran por todos los besos y caricias que nunca les brindaste en la vida -dijo el Ángel y, con infinita tristeza, mientras el ejecutivo terca e inútilmente saludaba a la inalcanzable imagen, cerró las puertas del Cielo.

Al marcharse, le devolvieron el portafolios.

domingo, 15 de diciembre de 2019

Los bienes invisibles


Juan es un chico de siete años que vive con su mamá, una pobre costurera, en un diminuto apartamento de una pequeña ciudad. La noche del 5 de enero, el chico espera ansioso en su cama la venida de los tres Reyes Magos. Según la costumbre de su país, ha colocado en la chimenea un gran calcetín de lana, esperando encontrarlo a la mañana siguiente lleno de regalos.

Pero su mamá sabe que no habrá regalos para Juan por su falta de dinero. Para evitar su desilusión, le explica que hay bienes visibles que se compran con dinero y bienes invisibles que no se compran ni se venden ni se ven, pero que lo hacen a uno muy feliz, como el cariño de la mamá por ejemplo.

Al día siguiente Juan despierta, corre a la chimenea y ve su calcetín vacío. Lo recoge con emoción y alegría y se lo muestra a su mamá: "¡Está llena de bienes invisibles!" le dice y se le ve feliz.

Por la tarde, Juan va al salón parroquial donde se reúnen los chicos cada cual mostrando con orgullo sus respectivos regalos. "Y a ti, Juan, ¿qué te han traído los Reyes Magos?" le preguntan.

Juan muestra feliz su calcetín vacío: "¡A mí me ha traído bienes invisibles!" contesta. Los chicos se ríen de él. Entre ellos Federico, un niño consentido quien tiene el mejor regalo, pero no es feliz. Por envidia, sus compañeros se burlan de él porque su precioso auto a pedales no tiene marcha atrás. Federico, enfurecido, destruye el valioso juguete.

El papá de Federico se aflige y se pregunta cómo podría complacer a su hijo. En eso ve a Juan, sentado en un rincón, feliz con su media vacía. Le pregunta: "¿Que te han traído los Reyes Magos?"

"A mí, bienes invisibles" contesta Juan ante la sorpresa del papá de Federico y le explica que no se ven ni se compran ni se venden, como el cariño de una mamá.

El papá de Federico comprendió. Los muchos regalos visibles y vistosos no habían logrado la felicidad de su hijo. Juan había descubierto gracias a su mamá el camino hacia la felicidad.



Autor desconocido


sábado, 14 de diciembre de 2019

Código vial de San Cristóbal



En la vida siempre hay un peligro indefinido. Estate atento y no confundas nunca el bien... con el mal.

Deja que en tu camino se incorporen algunas personas. Serás más feliz y nunca te sentirás sólo.

Déjate guiar por la técnica que hace más seguro tu camino. Pero no concluyas que todo lo que nos ofrece la ciencia es ético ni bueno.

No te dé pena dar las vueltas que sean necesarias para defender la verdad. Recuerda que es la persistencia del agua la que rompe la roca.

Levanta las barreras de tu orgullo y de tus falsas seguridades. Nadie es dueño absoluto de la verdad sino Dios.

No eches humo ni te enfades cuando las cosas no te vayan bien. Piensa que después de la noche... viene el día. El “día siguiente” es un buen remedio para los fracasos momentáneos.

Sueña con alcanzar los más altos ideales. Nunca te des por vencido cuando se trate de escalar hacia aquellos valores que merecen la pena.

No te salgas del camino trazado por la justicia y la solidaridad. No hay peor cosa que aquellos que comienzan algo y, por la presión del entorno, no lo llevan a cabo.

No te hundas cuando la vida se te haga cuesta arriba o cuesta abajo. Es cuestión de poner el freno de la paciencia y la vitamina de la audacia.

En tiempos de estrecheces no desesperes. Piensa que no hay mal que cien años dure y, además, Dios aprieta... pero no ahoga.

No te arrepientas nunca de haber trabajado por alguien o por algo. Dejan huella los que construyen, no los que dinamitan. El amor nunca muere.

Vete con precaución por la vida. En cualquier momento una persona puede cambiar el rumbo de tu felicidad. Recuerda que hay mucho lobo en piel de cordero.

Nunca dejes de ser “un poco niño”. Verás que siempre queda algo por aprender, algo por escuchar y algo por lo que soñar. No te importe ser el último en las cosas del mundo... y el primero a la hora de servir.

Piensa que, antes que nada, eres persona. No blasfemes ni tengas comportamientos propios de otra especie. No vence quien grita sino quien convence con su testimonio y comportamiento.

Cuida tu alimentación. De vez en cuando procura comer algo que te llene el corazón y la mente de paz y de felicidad. Además de no pesar....ayuda y anima. No es más rico quien más tiene sino quien menos necesita para ser feliz.

En tus criterios e ideas, a la hora de defenderlas, sé constante y guarda las distancias necesarias con aquella que pretende aniquilarlos.

Sé siempre coherente en tus principios. No digas primero “sí” y luego “no”. El “ser veleta” no es una buena opción en la vida de un cristiano.

No te pares nunca a la hora de defender la verdad y el buen entendimiento. Evitarás que la mediocridad te acompañe en tu vida.

No insultes a tu compañero/a. Sé respetuoso a la hora de proponer tu pensamiento. Quedarás como tolerante. Las cosas cuando se proponen entran mejor que con la imposición.

De vez en cuando párate y piensa un poco en tu vida. En lo que haces y en el por qué lo haces. Pasan los días... y no tienen vuelta. ¿Dónde está tu tesoro? ¿Dónde tienes puestos los acentos de tu felicidad?

Aun cuando a veces tengas razón, deja espacio para el otro. La verdad es más grande y firme cuando se descubre en dos direcciones.

Cuando tengas que decir que NO... que sea un NO convencido y meditado. Que nada ni nadie pueda condicionar tus decisiones basadas en la sinceridad, la transparencia o el trabajo bien hecho.

Si crees que tienes que caminar en una dirección para alcanzar la felicidad, que nada te impida girar en sentido opuesto. Pero recuerda: “no siempre el camino que nos indican es el camino que nos conviene”.

Cuando a la hora de decidir veas dos caminos... opta por aquel que menos ansiedad te vaya a producir y, sobre todo, por el mal menor que te vaya a causar.

Cuando te fallen los amigos y hasta las promesas del mundo... sujétate y agárrate a la FE en Dios. El nunca te fallará. No solamente es un buen cinturón de seguridad sino, además, un buen seguro para toda la vida.

Si piensas que en tu vida todo es oscuridad reza para que DIOS sea tu luz y tu claridad. Las dificultades se iluminan más y mejor cuando se mira hacia el cielo. Se hacen grandes e insoportables cuando nos empeñamos en solucionarlas por nosotros mismos.

Si te ofrecen caminos rápidos para alcanzar el poder y la fama, el dinero o la riqueza... valora los riesgos que trae eso consigo. La riqueza que viene deprisa... suele marcharse con la misma velocidad con que llegó.

Si te invitan a recorrer senderos que llevan a tu perdición y tu degradación personal y profesional, que seas capaz de poner los límites necesarios. Recuerda que los hijos de las tinieblas... son más rápidos que los "hijos de la luz”.

Cuando te falten las fuerzas para seguir adelante, mira al cielo, eleva una oración y DIOS hará lo demás.

No pienses que la vida sólo es para trabajar. Descansa y contempla la naturaleza. Disfruta de todo lo que, tal vez, ya nunca podrás contemplar.

Cuando te animen a llegar siempre el primero, piensa que no es más listo quien más corre sino quien, en equipo, llega hasta el final de la meta. La vida cristiana es un camino hacia Dios.



Autor desconocido

viernes, 13 de diciembre de 2019

Nunca permitiríamos que Cristo durmiese en el suelo



Acabábamos de llegar a San Miguel, de misiones. Calles y personas nos hablaban de pobreza. Casas construídas con hojalata se veían por doquier. Niños sucios y de suéter roto, remendado hasta la saciedad, de caras mal lavadas, nos acompañaron todo el camino.

Pero anchas sonrisas iluminaban esas caras. Bromas y chistes acompañaban sus juegos, a la vez que un gran respeto por las misioneras.

Sus papás no eran menos. Nos acogieron con toda solemnidad, con la mayor solemnidad de la que fueron capaces. Nos llevaron a conocer el lugar: la escuela, la parroquia, sus casas... Sorprendía ver con cuánta pobreza vivían. Un cuarto era todo su hogar: cocina, dormitorio, sala, todo en uno. Jergones en el suelo hablaban del lugar donde descansaban del trabajo del día. Unos pocos trastos eran toda su riqueza. Y la imagen de la Virgen de Guadalupe, por supuesto, con unas flores y entre cortinas.

Dios nos había traído al palacio de la pobreza y estábamos dispuestas a compartirla con Él.

Los señores nos llevaron a conocer nuestra casa, la que nos alojaría esa semana. Un poco más grande que las demás, nos estaba esperando. Al entrar, una visión sorprende nuestras mentes: en el suelo, en lugar de jergones, camas. Las únicas camas de todo el pueblo, encerradas todas en esa casa.

Nosotras tenemos sacos de dormir, en los que pensábamos pasar la noche. Como por un resorte, nos acercamos a los señores que tan bien nos habían tratado, para decirles:

- ¿Pero cómo nos han dejado sus camas? Llévenselas. Nosotras tenemos sacos, podemos dormir perfectamente en ellos.

- No, señorita, estas camas son para las misioneras.

- Pero si podemos dormir perfectamente en nuestros sacos...

Al final, un señor bigotudo, mucho más decidido, nos dio la explicación.

- Señorita, no depende de si tienen saco o no. Lo que importa es que ahora ustedes representan a Jesús. Y si viniera Jesús, nunca permitiríamos que durmiera en el suelo.

Dormimos en sus camas esa semana. Nos dieron lo mejor que tenían, como si se lo dieran a Dios. Su fe nos dejó aún más que esas mismas camas. Pero estoy segura de que también Dios se lo recompensó, como dice en el Evangelio: Lo que hicísteis a uno de estos mis pequeños...



Autor desconocido

Se vende casa



Un señor se encontró cierto día en la calle a su amigo el gran poeta Olavo Bilac y le dijo:

- Sr. Bilac, necesito vender mi casa, que Ud. bien conoce. ¿Podría redactar el anuncio para el periódico?

Olavo Bilac tomó lápiz y papel y escribió:

"Se vende encantadora propiedad, donde cantan los pájaros al amanecer en las extensas arboledas, rodeado por las cristalinas aguas de un lindo riachuelo. La casa, bañada por el sol naciente, ofrece la sombra tranquila de las tardes en la terraza."

Algunos meses después, el poeta se encontró con el señor y le preguntó si ya había vendido su casa.

-No pensé más en eso, dijo el hombre. Después de leer el anuncio, me dí cuenta de la maravilla que tenía.

A veces, no nos damos cuenta de las cosas buenas que tenemos y vamos tras falsos tesoros. Debemos valorar lo que tenemos y que nos fue dado gratuitamente por Dios: la salud, los amigos, el empleo, el conocimiento que adquirimos, la sonrisa de los niños y el cariño de esa persona especial. Estos sí son verdaderos tesoros.



Autor desconocido


Las cuatro velas



Las cuatro velas se quemaban lentamente.

En el ambiente había tal silencio que se podía oír el diálogo que mantenían.

La primera dijo: – ¡YO SOY LA PAZ! Pero las personas no consiguen mantenerme. Creo que me voy a apagar.

Y, disminuyendo su fuego rápidamente, se apagó por completo.

Dijo la segunda: – ¡YO SOY LA FE! Lamentablemente a los hombres les parezco superflua. Las personas no quieren saber de mí. No tiene sentido permanecer encendida.

Cuando terminó de hablar, una brisa pasó suavemente sobre ella y se apagó.

Rápida y triste, la tercera vela se manifestó: – ¡YO SOY EL AMOR! No tengo fuerzas para seguir encendida. Las personas me dejan a un lado y no comprenden mi importancia. Se olvidan hasta de aquellos que están muy cerca y les aman. Y, sin esperar más, se apagó.

De repente… entró un joven y vio las tres velas apagadas. -Pero, ¿qué es esto?. Deberíais estar encendidas hasta el final.

Entonces, la cuarta vela habló: – No tengas miedo: mientras yo tenga fuego, podremos encender las demás velas. ¡YO SOY LA ESPERANZA!

El joven, con los ojos brillantes, agarró la vela que todavía ardía… y encendió las demás.

¡QUE LA ESPERANZA NUNCA SE APAGUE DENTRO DE NOSOTROS!

¡…y que cada uno de nosotros sepamos ser la herramienta que los jóvenes necesitan para mantener la Esperanza, la Fe, la Paz y el Amor !!!

Dios hecho hombre en la persona de Jesús, vino al mundo y vivió entre nosotros y él nos anunció.

Yo soy el camino, la verdad, y la vida. (Juan 13,6)

Si ponemos nuestra esperanza en Jesús, el mundo cambiará, porque él nunca nos fallará.

Aunque parece que el mundo está autodestruyéndose y que las cosas van mal, tened en cuenta que
Jesús nos dijo: En el mundo tendreis tribulaciones, pero ánimo, que yo he vencido el mundo. Juan 16, 33.

Esta es nuestra esperanza. Amigos, ¡¡¡mantened siempre esta llama encendida!!!



Autor desconocido


El lápiz del abuelo




Un niño miraba a su abuelo escribir una carta. En un momento dado, le preguntó:

-¿Estás escribiendo una historia que nos pasó a los dos? ¿Es, por casualidad, una historia sobre mí?

El abuelo dejó de escribir, sonrió y le dijo al nieto:

-Estoy escribiendo sobre ti, es cierto. Sin embargo, más importante que las palabras es el lápiz que estoy usando. Me gustaría que tú fueses como él cuando crezcas.

El niño miró el lápiz, intrigado, y no vio nada de especial.

-¡Pero si es igual a todos los lápices que he visto en mi vida!

-Todo depende del modo en que mires las cosas. Hay en él cinco cualidades que, si consigues mantenerlas, harán de ti una persona por siempre en paz con el mundo.

"Primera cualidad: Puedes hacer grandes cosas, pero no olvides nunca que existe una mano que guía tus pasos. Esta mano nosotros la llamamos Dios, y Él siempre te conducirá en dirección a su voluntad.

"Segunda cualidad: De vez en cuando necesito dejar lo que estoy escribiendo y usar el sacapuntas. Eso hace que el lápiz sufra un poco, pero al final, está más afilado. Por lo tanto, debes ser capaz de soportar algunos dolores, porque te harán mejor persona.

"Tercera cualidad: El lápiz siempre permite que usemos una goma para borrar aquello que está mal. Entiende que corregir algo que hemos hecho no es necesariamente algo malo, sino algo importante para mantenernos en el camino de la justicia.

"Cuarta cualidad: Lo que realmente importa en el lápiz no es la madera ni su forma exterior, sino el grafito que hay dentro. Por lo tanto, cuida siempre de lo que sucede en tu interior.

"Finalmente, la quinta cualidad del lápiz: Siempre deja una marca. De la misma manera, has de saber que todo lo que hagas en la vida dejará trazos. Intenta ser consciente de cada acción."



Autor desconocido

Sólo soy un turista



Hace unos días, mientras me afeitaba delante de un espejo, me dí cuenta de que me habían salido las primeras canas en mi cabello moreno. Este hecho me hizo pensar en el versículo 10 del salmo 90, que dice así: "Nuestra vida dura apenas setenta años, y ochenta, si tenemos más vigor: en su mayor parte son fatiga y miseria, porque pasan pronto, y nosotros nos vamos"

Me dí cuenta de que los años van pasando.

Un poco más tarde, salí a dar un paseo y por la calle vi pasar un vehículo diferente a los demás. La diferencia estaba en el portaequipajes, donde llevaba un adhesivo con una frase que me llamó la atención. Incluso más que llamarme la atención, reaccioné sonriendo y me ayudó a vivir el resto de mi vida esperando con tranquilidad el resto de las canas que le faltan a mi cabello. La frase del automóvil decía "Sólo soy un turista en la Tierra".

Esta es una frase para aplicarla en nuestra vida. Esta frase nos da una pauta sobre cómo tiene que ser nuestra vida en la tierra.

¿Qué es lo que hace un turista? Viajar y conocer ciudades. ¿Qué es lo que lleva un turista cuando viaja? Sólo lleva lo necesario, y sobre todo lo principal: la cámara fotográfica, actualmente incluida en la mayoría de los teléfonos móviles. Un turista disfruta el viaje y aprovecha para tomar las mejores fotografías del lugar donde estuvo, para mostrarlas luego con orgullo a los familiares y amigos.

Así tiene que ser nuestra vida diaria. Si sólo somos turistas en la tierra, si sólo estamos de paso por este mundo, aprovechemos para vivir nuestra vida tomando las mejores fotografías. Preocupémonos de llevar al cielo las mejores imágenes de nuestra vida. Si somos turistas en la Tierra, saquemos y llevemos a la eternidad fotos de bondad y amabilidad, fotos de alegría, fotos de solidaridad con el prójimo. Si somos turistas en la Tierra, llevémonos a la eternidad sólo fotos de Fe, fotos de esperanza, fotos de amor y sobre todo, fotos de buenas acciones y Santidad.

Como turistas espirituales, aprovechemos bien el tiempo que nos resta de vida. Nuestra plegaria diaria tendría que ser la del salmo 90,12: "Enséñanos a calcular nuestros años, para que nuestro corazón alcance la sabiduría". A esta oración podemos añadirle también lo siguiente: Enséñanos, Señor, a tomar excelentes fotografías de nuestra vida. Enséñanos, Señor, a llevar las mejores fotos a la eternidad. Amén



Autor desconocido

¡Súbete a la silla!



Hoy pensaba en la superación, ¿qué es realmente? Hago memoria de algunos momentos de mi vida, en los cuales me sentí diferente o especial: cuando no podía alcanzar algo, como el vestido del armario, encender la luz, abrir la ducha, tocar el timbre de la casa, marcar un teléfono, etc... Todos podían hacerlo, excepto algunos niños pequeños, y yo, una mujer en cuerpo de niña.

En mi mente siempre ha existido un pensamiento positivo y dentro de mí, predomina un fuerte espíritu luchador, con un corazón soñador... que no cree en la limitación. Ante estas pequeñas dificultades, encontré una solución: LA SILLA... era fácil tomar una, acercarla al lugar adecuado y alcanzar aquello que quería o necesitaba...

¿Y los demás? Me aplaudían, como si hubiese hecho una gran hazaña... ¿por qué? Si no había en ello ninguna dificultad ni mucho menos limitación... Estamos en un mundo construído por gente grande... es sólo eso... pero el Amigazo (Dios), a todo nos da la solución, solo que muchas veces somos ciegos y no lo vemos... Subirse a la silla, implica otro gran paso: - Pensarlo - Decidirse - Atreverse- Hacerlo - Continuar...

Pensarlo: hay que ser creativo, no decir simplemente "no puedo" y esperar a que otros nos realicen aquello... debemos ser recursivos, ver en ello una posibilidad de alcanzar lo que queremos.

Decidirse: Vemos la silla, sabemos lo que puede servirnos, pero no nos decidimos, porque hay quienes nos dan otras opciones, esperar, pedir el favor, renunciar... ¡Es necesario tomar la decisión!.

Atreverse: Porque el qué dirán se convierte en una piedra en el zapato, ¡qué pena que me vean!... ¿que dirán de mí?, ¿se reirán, se compadecerán?... ¿qué pensarán? Ahí los demás pueden ser obstáculos para ese gran paso que me ayudará a hacer realidad lo que espero.

Hacerlo: de una vez, sin darle más vueltas... tomar la silla, subirse a ella y luchar por lo que se quiere.

Continuar: porque podemos caernos, pero no detenernos... al subirnos a la silla pueden surgir muchas cosas que pueden estancarnos, pero la vida sigue, y una meta alcanzada no es el final, es el inicio de otra y otra meta más...

Y surge una pregunta: ¿Cómo superar aquellas cosas que no se alcanzan subiéndose a una silla? Haciendo referencia a la sociedad, las miradas, las risas, los comentarios, la falta de fe de algunos, el que nos midan por nuestro tamaño y mucho más. Pensándolo bien son cosas que no sólo los pequeños y especiales tenemos que enfrentar, es algo con lo que vive toda la humanidad.

Esas cosas de la vida diaria, se logran superar con el amor de la familia, el sembrar sentimientos de fe, esperanza y paz... el creer que al lado del Amigazo, todo se puede lograr...

Y ¿qué es la superación? ¿Acaso realizar una hazaña que el mundo cree que no puedo hacer? Superarse es lograr llegar mucho más allá... es aprender a no dejarse vencer por los obstáculos, es hacer realidad los sueños, es sentir que se alcanza lo que se ha propuesto, no para ser aplaudido, sino para sentirse realizado...

Superarse es saber caer y levantarse, es madurar, actuar por mí mismo... confiar en Aquel que nos Creó y que me hizo pequeño para cosas grandes. Todos los seres humanos tenemos limitaciones, en ello está nuestra humanidad. Todos tenemos cosas que no podemos hacer... pero hay algo: nada es imposible para el que tiene fe.

Es el momento para que, tal vez, quienes nunca se han creído pequeños y habrán sentido que son del mundo los dueños, tan solo porque tal vez nunca han necesitado subirse a una silla para alcanzar algo material... piensen en aquellas cosas que en el interior sienten que no han podido lograr, porque han tenido miedo, han pensado en el que dirán o no han creído en los sueños...

Súbanse a la silla de la superación, aquella que mantiene su equilibrio en la fe, para que no se voltee, para aprender a levantarse si tal vez han de caer. Superarse es ser capaz de subirse a la silla... y alcanzar los sueños... continuar la vida, luchando por llegar más lejos. Y cuando esté allá arriba y toque con mis manos el firmamento, sentiré que desde abajo, se ve más la grandeza del Cielo...


Autor desconocido

El nudo de amor



En una junta de padres de familia de cierta escuela, la directora resaltaba el apoyo que los padres deben darle a los hijos. También pedía que se hicieran presentes el máximo de tiempo posible. Ella entendía que, aunque la mayoría de los padres y madres de aquella comunidad fueran trabajadores, deberían encontrar un poco de tiempo para dedicar y entender a los niños.
Sin embargo, la directora se sorprendió cuando uno de los padres se levantó y explicó, en forma humilde, que él no tenia tiempo de hablar con su hijo durante la semana. Cuando salía para trabajar era muy temprano y su hijo todavía estaba durmiendo. Cuando regresaba del trabajo era muy tarde y el niño ya no estaba despierto. Explicó, además, que tenía que trabajar de esa forma para proveer el sustento de la familia.

Dijo también que el no tener tiempo para su hijo lo angustiaba mucho e intentaba redimirse yendo a besarlo todas las noches cuando llegaba a su casa y, para que su hijo supiera de su presencia, él hacía un nudo en la punta de la sabana que lo cubría. Eso sucedía religiosamente todas las noches cuando iba a besarlo. Cuando el hijo despertaba y veía el nudo, sabía, a través de él, que su papá había estado allí y lo había besado. El nudo era el medio de comunicación entre ellos.

La directora se emocionó con aquella singular historia y se sorprendió aún más cuando constató que el hijo de ese padre era uno de los mejores alumnos de la escuela.

El hecho nos hace reflexionar sobre las muchas formas en que las personas pueden hacerse presentes y comunicarse entre sí. Aquel padre encontró su forma, que era simple pero eficiente. Y lo más importante es que su hijo percibía, a través del nudo afectivo, lo que su papá le estaba diciendo.

Algunas veces nos preocupamos tanto con la forma de decir las cosas que nos olvidamos de lo principal, que es la comunicación a través del sentimiento.

Simples detalles como un beso y un nudo en la punta de una sábana, significaban, para aquel hijo, muchísimo más que regalos o disculpas vacías. Es válido que nos preocupemos por las personas, pero es más importante que ellas lo sepan, que puedan sentirlo.

Para que exista la comunicación es necesario que las personas "escuchen" el lenguaje de nuestro corazón, pues, en materia de afecto, los sentimientos siempre hablan más alto que las palabras. Es por ese motivo que un beso, revestido del más puro afecto, cura el dolor de cabeza, el raspón en la rodilla, el miedo a la oscuridad.

Las personas tal vez no entiendan el significado de muchas palabras, pero saben registrar un gesto de amor. Aunque ese gesto sea solamente un nudo.


Autor desconocido


Ultima Entrada

¿Quién es fuerte?

Cierto día un sabio tuvo un sueño, y así lo contaba a los habitantes de un muy lejano pueblo. Le preguntó al hierro: - " Hierro, ¿eres ...

Mas Populares