miércoles, 8 de enero de 2020

Dios no se equivoca



Hace mucho tiempo, en un reino distante, había un rey que no creía en la bondad de Dios. Tenía, sin embargo, un súbdito que siempre le recordaba acerca de esa verdad. En todas las situaciones decía:

- ¡Rey mío, no se desanime, porque todo lo que Dios hace es perfecto. Él nunca se equivoca! Un día el rey salió a cazar junto con su súbdito, y una fiera de la jungla le atacó. El súbdito consiguió matar al animal, pero no evitó que Su Majestad perdiese el dedo meñique de la mano derecha. El rey, furioso por lo que había ocurrido, y sin mostrar agradecimiento por los esfuerzos de su siervo para salvarle la vida, le preguntó a éste:

- Y ahora, ¿qué me dices? ¿Dios es bueno? Si Dios fuese bueno yo no hubiera sido atacado, y no hubiera perdido mi dedo.

El siervo respondió:

- Rey mío, a pesar de todas esas cosas, solamente puedo decirle que Dios es bueno, y que quizás eso, perder un dedo, sea para su bien. Todo lo que Dios hace es perfecto. ¡Él nunca se equivoca! El rey, indignado con la respuesta del súbdito, mandó que fuese preso a la celda más oscura y más fétida del calabozo. Después de algún tiempo, el rey salió nuevamente para cazar, y fue atacado, esta vez, por una tribu de indios que vivían en la selva. Estos indios eran temidos por todos, pues se sabía que hacían sacrificios humanos para sus dioses.

Inmediatamente después de que capturaran al rey, comenzaron a preparar, llenos de júbilo, el ritual del sacrificio. Cuando ya tenían todo listo, y el rey estaba delante del altar, el sacerdote indígena, al examinar a la víctima, observó furioso:
- ¡Este hombre no puede ser sacrificado, pues es defectuoso! ¡Le falta un dedo! Por este motivo, el rey fue liberado.

Al volver al palacio, muy alegre y aliviado, liberó a su súbdito y pidió que fuera a su presencia. Al ver a su siervo, le abrazó afectuosamente diciendo:

- ¡Querido, Dios fue realmente bueno conmigo! Debes haberte enterado ya de que escapé justamente porque me faltaba uno de mis dedos. Pero ahora tengo una gran duda en mi corazón: si Dios es tan bueno, ¿por qué permitió que estuvieses preso, tú que tanto lo defendiste?

El siervo sonrió, y dijo:

- Rey mío, si yo hubiera estado junto con usted en esa caza, seguramente habría sido sacrificado en su lugar, ¡ya que no me falta ningún dedo! Por lo tanto, acuérdese siempre: ¡todo lo que Dios hace es perfecto, él nunca se equivoca!


Autor desconocido

Un guardameta devoto



Un famoso portero de fútbol de prestigio internacional visitó una tarde el colegio de los Jesuitas de Indaucho, en Bilbao, cuando los estudiantes se hallaban rezando el Rosario en la Capilla. Se arrodilló en los últimos bancos para no llamar la atención de los muchachos, rezando también a la Madre común. Uno de los preceptores se dio cuenta de la presencia del gran futbolista y le invitó a dirigir una decena.

Los chicos se quedaron estupefactos al ver a su ídolo que subía al presbiterio para hablarles. El «sermón» del guardameta fue espontáneo y cordial y entró como un balonazo en el corazón de los chicos. Sus palabras fueron éstas, aproximadamente:

«Hay que rezar, muchachos. Tenemos que parar, sea como sea, las tentaciones como el portero para el balón, y despejarlas lejos, muy lejos, hasta medio campo por lo menos. Si queremos ser algo en la vida tenemos que someternos a duros entrenamientos y a llevar una vida austera, y tenemos que aprender a obedecer. A mí, a veces, me costó mucho obedecer al médico, pues cuando estaba en el hospital el doctor me prohibió ver por la tele un partido porque me iba a poner nervioso... Hay que trabajar en equipo y no querer lucirnos nosotros sin saber dar juego a otros, para que gane el equipo. Hay un equipo mejor que el nuestro y es el equipo de los misioneros cuyo seleccionador es nuestro Señor Jesucristo. Y ese es el mejor fichaje. Lo importante es ganar esa final que no se repite, que es la salvación del alma, porque al final de la jornada aquel que se salva, sabe, y el que no, no sabe nada. La llegada al Ayuntamiento con la copa, cuando vencemos, me hace pensar en la entrada en el cielo, ganada la victoria definitiva.»

El «sermón» del guardameta no tuvo nada de tostón y causó un gran impacto en el ánimo de la muchachada que escuchó con emocionado silencio aquellas palabras sinceras y luminosas de su idolatrado portero. Algunos padres que lo oyeron también, se enjugaron disimuladamente unas lágrimas furtivas. Un hermano lego comentó entusiasmado: «Es también un buen delantero. Nos ha metido un gol como una catedral.»


Autor desconocido




martes, 7 de enero de 2020

El valor inestimable del sufrimiento



A nadie le gusta sufrir. Tampoco le "gustó" a Jesucristo. Sin embargo lo abrazó por amor. En el Huerto de los Olivos exclamó: «Padre mío, si es posible, que pase de mí este cáliz, pero no sea como yo quiero, sino como quieras tú.» Mateo 26, 39. He aquí el inestimable valor del sufrimiento: abrazarlo libremente por amor, en unión con Jesucristo; Sufrir para ser fiel al camino del amor.

Hay muchas formas de sufrimiento que afectan al cuerpo. Sin embargo, los sufrimientos mayores son los del corazón: conflictos familiares, disgustos entre personas que se aman... Tarde o temprano todos sufrimos, todos tenemos así la oportunidad de ofrecernos a Dios en comunión con Cristo. Por eso los hermanos que están postrados por enfermedad pueden dar mas fruto, salvar mas almas y hacer mas bien que muchos otros con numerosos apostolados activos pero con menos amor.

Jesucristo sufrió hasta el extremo en la cruz por amor a nosotros. Esta es la clave: POR AMOR. Todo, absolutamente todo, hemos de vivirlo, de abrazarlo por amor. Así nos redimió Jesús. Es cierto que cada palabra y acción de Jesús es parte de su obra salvadora. Pero fue especialmente por medio de sus sufrimientos en la Cruz que fuimos librados del pecado.

El sufrimiento es una oportunidad para unirnos a Cristo y cooperar en la redención del mundo. De nada vale el sufrimiento por sí mismo. Lo que vale es la entrega amorosa que hacemos de él a Dios. Es por eso que el sufrimiento es una gran oportunidad y sería terrible desperdiciarla.

La cruz, la señal del Cristiano, es signo de nuestra entrega al sufrimiento por amor. Nos recuerda a Cristo, que se entregó por nuestra redención. Nosotros, siendo su Cuerpo, hemos de sufrir en unión a El, que es nuestra Cabeza. Hacemos la señal de la cruz para recordar este compromiso. Todo lo que hacemos debe ser "En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo" y todo por amor, abrazando nuestra cruz.

"Desde la cruz se contempla mejor el cielo" -Madre Adela Galindo

El sufrimiento tiene un gran valor cuando lo abrazamos por amor. Ante el dolor podemos unirnos a la cruz de Cristo o reaccionar con rebelión y culpar a Dios. El sufrimiento tiene un gran valor: expía el mal, une al sacrificio de Jesucristo como expresión de amor y confianza en El y ofrece a Dios un sacrificio de alabanza. El sufrimiento unido a los padecimientos de Cristo nos asemeja a El, que libremente abrazó la cruz por amor. Dice San Pablo:

Ahora me alegro por los padecimientos que soporto por vosotros, y completo en mi carne lo que falta a las tribulaciones de Cristo, en favor de su Cuerpo, que es la Iglesia. -Colosenses 1,24

Solo a la luz de la fe podemos confiar en Dios y crecer en medio de los sufrimientos. Le invito a meditar:

Sufrimientos abrazados libremente por amor
Frecuentemente el cristiano es llamado a tomar el camino que mas cuesta, el camino donde hay sufrimiento. Lo motiva la fidelidad al amor y el compromiso al cumplimiento del deber. Amar siempre exige sufrimiento. Jesús escogió el amor hasta la muerte. Tenemos la opción de renunciar a esa exigencia pero entonces dejaríamos de amar. Podemos tomar el camino fácil del egoísmo y del placer o podemos optar por el camino del amor que requiere renunciar al pecado y a la mediocridad. El sufrimiento es entonces una libre opción tomada por amor. El camino del amor es estrecho y pocos van por el porque no quieren sufrir. Es así que la mayoría abandona a Jesús.

"El amor que no puede sufrir no es digno de ese nombre" -Santa Clara.

Sufrimientos inevitables
También hay sufrimientos que no se pueden evitar: enfermedades, injusticias contra nosotros... También en estos casos podemos adquirir mérito porque somos libres para vivirlo con amor y unirnos a los sufrimientos de Cristo. Ante el sufrimiento podemos cooperar con Su obra redentora o podemos rebelarnos. Vemos el ejemplo de los dos ladrones crucificados con Jesús. Ninguno de los dos podía evitar su cruz. Pero si debían decidir como vivirla. Para uno, aquella agonía fue ocasión de llenarse de resentimiento y odio inútil. Para el otro, sin embargo, fue el momento de encontrarse con Jesús, abrir su corazón y encontrar su salvación.

El amor nos mueve a compadecernos de los que sufren y hacer lo posible por eliminar los males que causan sufrimientos: la injusticia, la pobreza, la enfermedad... Seremos juzgados según nuestra respuesta al sufrimiento de nuestros hermanos.

Entonces dirá el Rey a los de su derecha: "Venid, benditos de mi Padre, recibid la herencia del Reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; era forastero, y me acogisteis..." Mateo 25,34-35

El apostolado del sufrimiento
Jesús nos enseña a sufrir por amor. Ayudamos al prójimo en la proporción en que hacemos bien a su alma y no hay mayor bien para las almas que las gracias obtenidas por medio de la oración unida al sacrificio libremente ofrecido.

No hay nada mas valioso y que de mas fruto que el sufrimiento entregado al Padre unido al de Jesús. Por eso la cooperación con Dios en la salvación de la humanidad está al alcance de todos. Dios no necesita que hagamos grandes cosas según nuestra idea de lo que es grande. Lo que si quiere de nosotros es que le entreguemos nuestro corazón, nuestra vida, con todas sus situaciones de gozo pero también de sufrimiento. ¿Por qué es tan valioso el sufrimiento? Porque es el momento de mayor oportunidad de confiar y de unirnos a Jesús por amor. La mayor prueba del amor se da cuando se sufre por el amado.

Juan Pablo II, hablando del sufrimiento dijo:

Los enfermos y los que sufren están en el mismo centro del Evangelio. Predicamos a Cristo crucificado, lo que significa que predicamos una fuerza que surge de la debilidad. Cuando los enfermos están unidos con Cristo, la fuerza de Dios entra en sus vidas» hasta tocar el mundo.

El sufrimiento humano puede mostrar la bondad de Dios». Es posible, reconoció, que «la experiencia del sufrimiento desanima y deprime a mucha gente, pero en las vidas de otros puede crear una nueva profundidad de humanidad: puede traer nueva fuerza y nueva intuición. El camino para comprender este misterio es nuestra fe».
-JPII, 30 oct. 1998

Es por eso que el Santo Padre tanto valora el apostolado del sufrimiento. No debemos esperar hasta que nos venga una grave enfermedad para ejercerlo. Este apostolado está abierto a todo quien tenga fe y amor. Por la fe apreciamos la nobleza del sufrimiento ya que Jesucristo se hizo hombre y nos salvó sufriendo hasta la muerte. Por el amor hacemos de cada sufrimiento un sacrificio. Es mas, quién mucho ama llegará hasta gozarse de sufrir por el amado.

Es cierto que la Sangre de Cristo es más que meritoria para lograr la salvación. Pero El ha querido que esta salvación se reciba por medio de la cooperación de los pecadores. Es por eso esencial que unamos nuestra cruz personal con la de Nuestro Señor.

Debemos decir con San Pablo "Ahora me alegro por los padecimientos que soporto por vosotros, y completo en mi carne lo que falta a las tribulaciones de Cristo, en favor de su Cuerpo, que es la Iglesia" (Colosenses 1:24)


Autor desconocido

sábado, 4 de enero de 2020

¡Aguanta un poco más!



Se cuenta que en Inglaterra había una pareja que gustaba de visitar las pequeñas tiendas del centro de Londres. Al entrar en una de ellas se quedaron prendados de una hermosa tacita. "¿Me permite ver esa taza?" preguntó la señora, "¡nunca he visto nada tan fino!"

En las manos de la señora, la taza comenzó a contar su historia: "Usted debe saber que yo no siempre he sido la taza que usted está sosteniendo. Hace mucho tiempo yo era solo un poco de barro. Pero un artesano me tomó entre sus manos y me fue dando forma. Llegó el momento en que me desesperé y le grité: "¡Por favor.. déjeme en paz ya...!" Pero mi artesano sólo me sonrió y me dijo: ..."Aguanta un poco más, todavía no es el tiempo"

Después me puso en un horno. ¡Nunca había sentido tanto calor!... Toqué a la puerta del horno y a través de la ventanilla pude leer los labios de mi artesano que me decían: "Aguanta un poco más, todavía no es el tiempo."

Cuando al fin abrió la puerta, mi artesano me puso en un estante. Pero, apenas me había refrescado, me comenzó a raspar y a lijar. No se cómo no acabó conmigo. Me daba vueltas, me miraba de arriba a abajo. Por último me aplicó meticulosamente varias pinturas... Sentía que me ahogaba... "Por favor, déjame en paz", le gritaba a mi artesano; pero él sólo me decía:..."Aguanta un poco más, todavía no es tiempo."

Al fin, cuando pensé que había terminado aquello, me metió en otro horno, mucho más caliente que el primero. Ahora sí pensé que terminaba con mi vida. Le rogué y le imploré a mi artesano que me respetara, que me sacara, que si se había vuelto loco. Grité, lloré; pero mi artesano solo me decía: "Aguanta un poco más, todavía no es el tiempo."

Me pregunté entonces si había esperanza... si lograría sobrevivir aquellos tratos y abandonos. Pero por alguna razón aguanté todo aquello. Fue entonces que se abrió la puerta y mi artesano me tomó cariñosamente y me llevó a un lugar muy diferente. Era precioso. Allí todas las tazas eran maravillosas, verdaderas obras de arte, resplandecían como solo ocurre en los sueños. No pasó mucho tiempo cuando descubrí que estaba en una fina tienda y ante mí había un espejo. Una de esas maravillas era yo. ¡No podía creerlo! ¡Esa no podía ser yo!

Mi artesano entonces me dijo: "Yo sé que sufriste al ser moldeada por mis manos, mira tu hermosa figura. Sé que pasaste terribles calores, pero ahora observa tu sólida consistencia. Sé que sufriste con las raspadas y pulidas, pero mira ahora la finura de tu presencia... y la pintura te provocaba nausea, pero contempla ahora tu hermosura... ¿Y si te hubiera dejado como estabas?

¡"Ahora eres una obra terminada! ¡Lo que imaginé cuando te comencé a formar!".

Querido hermano que lees esta reflexión en Web católico de Javier. Eres una tacita en las manos del mejor alfarero: Dios. Confíate en Sus amorosas manos aunque muchas veces no comprendas por qué permite tu sufrimiento. Aguanta un poco más y serás el hijo o la hija que Él soñó para toda la eternidad...

Eclesiástico 33:13 "Como la arcilla del alfarero está en su mano, - y todos sus caminos en su voluntad -, así los hombres en la mano de su Hacedor."




Autor desconocido

¿Cómo limpio sus heridas?



¿Cómo limpio sus heridas?. Aquella primera herida de Corazón que estando en el Huerto de los Olivos, sabiéndose traicionado, y consciente del tipo de muerte que le esperaba decía: "Padre mío, si es posible, que pase de mí este cáliz, pero no se haga mi voluntad, sino la tuya".

¿Cómo quito de su Piel Sagrada el beso traidor? ¿el golpe burlón, los crueles latigazos? ¿la corona que hirió su Cabeza Sagrada? ¿los golpes de tantas caídas? ¿los clavos que traspasaron sus Manos y Pies Sagrados? ¿la herida abierta por la lanza?

¿Cómo saco de su Sagrado Corazón la herida de encontrar en el camino a su Madre Bendita, y queriendo quedarse con Ella, seguir el camino en el cumplimiento de la Divina Voluntad del Padre? ¿Cómo honro su Cuerpo en la Cruz, tan deshonrado por los hombres, que para saciar su sed remojaron sus labios con vinagre? ¿Cómo quito las burlas y humillaciones de los que al pie de su Cruz, sólo sabían proferirle insultos y entre ellos hasta se rifaban su ropa, sin comprender lo que en ésos momentos el mundo estaba consiguiendo?

Sí, limpiaré sus heridas, lo haré: Limpiaré sus heridas en el Huerto de los Olivos, siendo leal. Las limpiaré amándolo por los que no le aman, rindiéndole honores y adoración por los que no lo hacen, siguiendo y cumpliendo su Santa Voluntad aunque ésta se vuelva difícil.

Quitaré el beso traidor, los golpes burlones y los crueles latigazos, siendo fiel a su Amor, respondiendo fielmente a su llamada, evitando herir a los demás.

Sacaré la Corona de espinas que hiere su Cabeza Sagrada, alejando los malos pensamientos, los rencores, las envidias, el odio, el orgullo…

Amaré a su Madre Bendita como Él quiere que la ame, así aliviaré el dolor de su encuentro, su dolor al pie de la Cruz, y de la misma forma que San Juan, la acogeré también en mi corazón como a mi Madre, y la saludaré con muchas Ave Marías.

Honraré su Cuerpo en la Cruz, haciendo de mi cuerpo un verdadero Templo de Dios: cuidando que mi lengua no sea un medio de críticas, difamaciones y mentiras, guardando silencio para no herir. No humillaré y no insultaré, así borraré las humillaciones, burlas e insultos al siempre construir con las palabras.

Con mis ojos, miraré las maravillas que Dios creó para mí, mirando la pureza, la inocencia de los niños, mirando la grandeza del mar, los colores hermosos del universo... Evitaré mirar lo que daña mi alma…

Escucharé el canto de los pájaros, la melodía del mar, los sonidos musicales más hermosos, las palabras que edifiquen; Evitaré escuchar las críticas, las mentiras, las palabras destructivas.

Llenaré mi corazón de Amor, recibiéndolo en la Sagrada Eucaristía, uniéndome siempre a Él por medio de la oración. Así sanaré las heridas de su Corazón.

Saciaré su sed de almas, llevando almas a su Corazón Sagrado, las llevaré hablando del Amor, y sobre todo dando testimonio de Amor con mi vida.

Y cuando caiga, sabré levantarme, consciente de mi pecado y de la Infinita Misericordia de mi Señor que allá arriba en la Cruz decía: “Padre perdónalos porque no saben lo que hacen” y “ Hoy mismo estarás conmigo en el Paraíso".

Perdóname, Señor, por las veces en las que no he sido amor y he contribuido en ser para Ti: latigazo, corona de espinas, beso traidor, palabra hiriente…

Sí, sí, Señor, yo sanaré tus heridas…



Autor desconocido

Llevar la cruz



No existe únicamente la Cruz de Cristo, existe también nuestra cruz.

Y, entonces, ¿cuál es esta cruz? Amigo, quiero decirte dos palabras, a este propósito, con mucha claridad, como se hace entre verdaderos amigos.

Tenlo presente. La cruz que no te va bien es precisamente la tuya.

La cruz no es un vestido, ni un par de zapatos que te deben venir a la medida. La cruz jamás va a la medida de tu gusto y de tus exigencias particulares. Desgarra, magulla, araña, arranca la piel, aplasta, doblega...

Y, sin embargo, no hay duda. Para que sea de verdad tuya, la cruz no debe irte bien. Por cualquier lado que la mires, la cruz nunca va bien.

Tampoco a Cristo le iba bien su cruz. No le fue bien la traición de Judas, el sueño de los apóstoles, la conjura de sus enemigos, la fuga de sus amigos, las negociaciones de Pedro, las burlas de los soldados, el grito feroz del pueblo.

La cruz, para que lo sea, no debe irte bien.

Esa cruz que te viene encima en el momento menos oportuno -una enfermedad que te pilla mientras tienes muchas cosas que hacer y que te echa por tierra un montón de proyectos -es la "tuya".

Esa cruz que nunca hubieras esperado -aquel golpe cobarde que te ha venido de un amigo, aquella frase que tenía el chasquido de un latigazo, aquella calumnia que te ha dejado sin respiración- es "tu" cruz.

Esa cruz que tú no habrías elegido nunca entre otras mil -"una cosa así no debía sucederme a mí"- no hay duda: es "tu" cruz.

Esa cruz que te parece excesiva, disparatada, desproporcionada a tus débiles fuerzas -"es demasiado, no puedo más"- no pertenece a los otros: es la "tuya".

No te hagas ilusiones. No existe una cruz a la medida.

Para ser cruz tiene que estar fuera de medidas.

Intenta buscar. Registra por todas partes. Examina todo bien.

Valóralo con atención. Y, si encuentras al final la cruz que te va bien, tírala. Esa, ciertamente, no es la tuya.

Las señales para reconocer si una cruz es tuya son desconcertantes: imprevisión, repugnancia, malestar, imposibilidad, inoportunidad, sentido de debilidad.

Si una cruz se te presenta como antipática, desagradable, excesiva, demasiado ruda, insoportable, no dudes en cargar con ella. Te pertenece.

Por otra parte, no importa que no sea "tuya" en el momento de partir. Llegará a serlo durante el camino, a través de una cierta familiaridad que se establecerá entre tú y ella.

Al principio se te presentará como si te fuera extraña.

Después descubrirás que es verdaderamente tuya.

Sólo llevándola te darás cuenta de que esa cruz es "tuya".

Esto no quiere decir, entiéndase bien, que las relaciones entre tú y la cruz se hagan idílicas, que todo marche bien. Con la cruz no hay nada que marche bien. La cruz marca surcos profundos en las espaldas y en el corazón.

Pero, a pesar de todo, se establecerá una familiaridad. Una familiaridad sufrida, pero justificada por el sentido que se descubre poco a poco, caminando. Y aun cuando el significado no aparezca claro, siempre está la fe que te invita a dejarte conducir de la mano de alguien que sabe.

No eres tú quien tiene que saber.

¿Qué es la fe?: Fe, quiere decir simplemente, saber que él sabe, aun cuando tú estés a oscuras.

Adelante, pues, con esa cruz que no te va bien. Con la cruz que no está hecha a medida.

Lo que cuenta no es que la cruz esté hecha a tu medida.

Lo esencial es que tú seas a la medida de Cristo.



Autor desconocido


Las modas



Jacinto tenía un viejo teléfono móvil. Como el celular le daba el servicio necesario, no le preocupaba que estuviera pasado de moda. Sin embargo, sus colegas lo molestaban y se burlaban cuando extraía su "pisapapeles" del maletín. Llegó a sentirse tan avergonzado que hace poco lo cambió por un Iphone 6.

Dice así el Dr. Alejandro Morton: la crisis en el mundo se debe, entre otras cosas, a la inseguridad que las personas tienen sobre ellas mismas; su continua necesidad de comprar jamás será satisfecha porque esperan que la satisfacción personal venga de lo comprado, y jamás será así.

A nivel social, no nos hemos dado cuenta de que ese impulso descontrolado por comprar es, en el fondo, la causa profunda de la crisis económica que ha cundido ya por todo el mundo, alimentada por un sistema financiero insaciable que facilitó recursos para que compraran quienes no tenían con qué".

Pocas cosas hay más estresantes que tratar de mantenerse a la moda en ropa, calzado, accesorios, tecnología, viajes, comidas, restaurantes, casas, muebles, autos y todo lo añadible. Quien tiene dinero en exceso puede comprar, usar y desechar, pero quienes vivimos sujetos a un presupuesto debemos cuidar qué compramos y entender por qué y para qué lo compramos.

En efecto, la presión social existe, pero debemos preguntarnos cuánto nos presiona y cuánto nos dejamos presionar.

¿Cuál es el problema de que se rían de nuestro viejo teléfono móvil? La risa es buena y si no les gusta el móvil, pueden bromear a costa de él y criticar el aparato, a su dueño o a ambos. El problema es de ellos, no del dueño del teléfono móvil, a menos que éste lo acepte.

Desafortunadamente, hoy día uno se refiere a las personas por sus posesiones: "Es el chico del descapotable rojo" o "La señora que usa ropa de marca y tiene una casa enorme" o "Es el director que siempre va a la moda". Es decir, su personalidad no emana de lo imprescindible, sino de lo prescindible. Lo primero no se compra en ningún lado; lo segundo en cualquiera, si se tiene los medios para hacerlo.

Un amigo muy cercano es multimillonario, pero nosotros lo averiguamos por accidente tras años de conocerlo. Es sencillo, generoso, adaptable a todo y disfruta lo disfrutable. Jamás presume y nunca hace alarde de nada porque tiene muy claro qué cosas son importantes en su vida. Las trampas de la presión social siempre han estado ahí. Caen en ellas quienes no se conocen a sí mismos y tienen una escala de valores centrada en lo social y en su desarrollo han tenido carencias afectivas.

El vacío personal no lo llena ni los armarios repletos, ni los automóviles lujosos, ni las joyas exclusivas, ni los accesorios de lujo.

La satisfacción de los consumidores insaciables no viene de poseer las cosas, sino de presumirlas ante los demás.

¿Tiene usted un teléfono móvil del que sus "amigos" se ríen cuando lo usa?. Ríase con ellos y úselo hasta que guste. ¿Le duelen las burlas? Entonces cambie de amigos, no de teléfono móvil...



Autor desconocido



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