Una madre y su niño caminan de la mano frente al mar. Es una noche fresca. El cielo despejado , todo lleno de estrellas. El niño camina preguntón: ¿Y qué es esto? ¿y eso? ¿y aquello?. De pronto se para; señalando al cielo dice:
—Mamá, quiero esa estrella, dámela, es mía.
La madre comprende la inocencia del niño y comienza a explicarle lo que son las estrellas. El niño le responde:
—Quiero esa estrella.
La madre una vez más; con paciencia de madre , va contándole historias, cubriéndolo de besos...
Ya llegan a la casa. Llorando por su estrella se quedó dormido. Ella, pensativa, preocupada, prende una lamparita frente a la imagen del Corazón de Jesús; imagen que la ha acompañado durante toda su vida. La luz de la lamparita, da de lleno sobre el corazón del Corazón de Jesús , iluminándolo. Ella, más que rezar, desea conversar con él. Son tantas las cosas que tiene que contarle. Necesita su ayuda.
Con amor se pone en sus manos; con entrega absoluta a su santa voluntad. De repente aquel corazón, por efecto de la luz, se ve brillar cada vez más y más. No les he dicho que ella, al igual que su niño anhelaba una estrella; hoy lo confiesa; siempre quiso una estrella, y por más que las estudió y estudió, siempre, muy dentro de ella, insistía: «quiero una estrella».
No, no es la luz de la lamparita . Algo pasa en aquel corazón; brilla de una forma tan intensa despidiendo rayos luminosos; donde se destacan: uno blanco y otro rojo. Impresionada, muda y quieta; se arrodilló, las manos fuertemente apretadas sobre su corazón. Recordó con cuanta crueldad fue traspasado ese corazón y la sangre y agua que brotó de él. Desde lo más profundo de su ser dijo:
—Sagrado Corazón de Jesús en Vos confío—. Y repitió: —JESUS CONFIO EN TI. Yo te amo—. Algo dentro de ella le susurraba: —YO SOY TU ESTRELLA, la que tanto has anhelado , siempre la has tenido tan cerca . Yo soy tu amor. Mírame.
En ese momento oyó un grito: —mamá. Ese grito de mamá, no sonó de miedo, ni de dolor; sonó de alegría. Corrió donde su niño. Se abrazó a ella diciendo: tuve un sueño con Papá Dios, él con su brazo tomó mi estrella y me la dio. La puso aquí en mi mano . Era toda de luz. Papá Dios me dijo que la guardara dentro de mi corazón. Así lo hice, por eso no la ves en mi mano, está guardadita aquí; y se apretaba su corazoncito. Se durmió, lo arropé, lo besé. De rodillas recé:
Padre Eterno,
te ofrezco el Cuerpo, la Sangre, el Alma,
y la Divinidad de Tu Amadísimo Hijo y Señor Nuestro Jesucristo,
por nuestros pecados y los pecados del mundo entero .
Por su Pasión Dolorosa ten Misericordia de nosotros y del mundo entero.
Amén.
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