El sol del verano ardía sobre el campo. La cigarra cantaba a toda voz en las largas horas de la siesta, tranquilamente sentada en una rama. Comía cuando se le antojaba y no tenía preocupaciones.
Entretanto, allá abajo, las hormigas trabajaban llevando la carga de alimentos al hormiguero.
Terminó el verano, quedaron desnudos los árboles y el viento comenzó a soplar con fuerza. La cigarra sintió frío y hambre. No tenía nada para comer y se helaba.
Entonces fue a pedir auxilio a sus vecinas, las hormiga. Llamó a la puerta del abrigado hormiguero y una hormiga acudió. La cigarra le pidió comida. _ ¿Por qué no guardaste en el verano cuando abundaba? ¿Qué hiciste? _ le preguntó la hormiga. _ Cantaba _respondió la cigarra. _¿Mientras yo trabajaba? ¡Pues ahora baila!_ dijo la hormiga dándole con la puerta en las narices.
Autor: Esopo
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