Un señor anciano tenia varios hijos que frecuentemente estaban en desacuerdo entre sí, y que por sus continuas discusiones y riñas descuidaban el trabajo a ellos encomendado. Algunos malos sujetos quisieron sacar partido para provecho propio, de estas constantes riñas entre los hermanos y así disfrutar de lo que en buena armonía podían cosechar aquellos jóvenes díscolos.
Cierta vez, el buen padre, enterado de aquellas inútiles disputas, decidió reunir a todos sus hijos, y, presentándoles un haz compuesto de muchas varas atadas fuertemente con un cordel, les dijo que daría un buen regalo al que las rompiese. Todos los jóvenes se esforzaron, uno tras otro, por romper el manojo, sin lograr conseguirlo.
- Ya ven ustedes - dijo el buen viejo -; nada es más fácil que deshacer este manojo -. Y lentamente, sin el mayor esfuerzo, soltó las ramas y la fue rompiendo una a una sin dificultad.
- ¡Ah! - exclamaron a coro los hijos - así es muy fácil. ¡Eso lo puede hacer hasta un niño!
A lo que nuevamente arguyó el padre:
- Con estas varas, hijos míos, sucede lo mismo que con ustedes. Mientras estén estrechamente unidos resistirán a todos los males a todas las situaciones difíciles, a todas las intrigas de los enemigos que pretendan dividirlos para así sacar provecho de sus disputas inútiles. con ustedes lo mismo que con el haz de varas: juntos, unidos fuertemente vinculados, formaran un compacto bloque que resistirá a todas las fuerzas; pero una vez roto este lazo, que es la fuerza, que es la unión, los destruirán uno a uno con suma facilidad. No lo olviden, hijos míos: "La Unión hace la Fuerza..."
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