Cuentan que en la antigua Grecia había una asociación denominada la “Academia del Silencio”. Estaba formada por mujeres y hombres que en sus reuniones debían comunicar las ideas en silencio total. Solamente podían utilizar gestos, la actitud, sus miradas…, pero nunca las palabras.
Un día se presentó ante ellos una mujer que deseaba incorporarse a la Academia y así lo comunicó con sus gestos, mirada y actitud, sin pronunciar una sola palabra. Todos la entendieron, sin embargo, no deseaban admitirla, porque consideraban que la armonía que existía en el grupo, podía ser perturbada. Para dárselo a entender con claridad utilizaron un lenguaje simbólico, distinto de las palabras.
Uno de ellos tomó entre sus manos una copa que depositó sobre la mesa, la llenó de agua hasta el borde y a continuación dejó caer una piedra dentro de la copa. El agua se derramó.
La mujer comprendió y se fue. Sin embargo, al cabo de poco tiempo regresó con una rosa en la mano y una sonrisa en los labios.
Los miembros de la Academia interpretaron que ahora les traía un regalo de cortesía para que la admitieran y quisieron mostrarle otra vez su negativa.
Cogieron la copa, la llenaron de agua , iban a tirar la piedra dentro y, entonces, la mujer los detuvo con un gesto. Arrancó un pétalo de la rosa que llevaba y lo depositó muy suavemente sobre la superficie del agua, donde permaneció flotando sin derramar una sola gota.
Todos comprendieron el mensaje, aquella mujer era como un pétalo de rosa que les traía un nuevo perfume, pero sin desplazar a nadie.
La admitieron.
Moraleja: En el mundo hay lugar para todas las opiniones y para todas las ideas.
Autor Desconocido
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