Este era un pobre campesino cuya única riqueza consistía en un pequeño campo sembrado de maíz. Trabajaba todo el día en él, arrancando la hierba y enderezando las matas. El campesino estaba triste porque, por falta de agua, las milpas estaban marchitas y temía que se secaran. Un día, mientras veía el cielo con tristeza, desde una buena nube dos gotas de agua lo miraron y una de ellas le dijo a la otra:
-El campesino está muy triste porque sus milpas se mueren de sed. Quiero hacerle algún bien.
-Sí – contestó la otra-, pero piensa que eres sólo una gota y no conseguirás humedecer siquiera una mata de maíz.
-Bien -replicó la primera-, aun cuando soy pequeña haré lo que pueda.
Y al decirlo se desprendió de la nube. Aún no había llegado a la tierra, cuando otra gotita dijo:
-Yo iré también.
-Y yo, y yo – gritaron muchas gotas.
A poco, miles de gotitas caían sobre las milpas en ruidoso aguacero. Las milpas, agradecidas, se enderezaron enseguida y el campesino obtuvo una cosecha abundante de maíz.
Todo porque una pequeña gota de agua se decidió a hacer lo que podía.
A poco, miles de gotitas caían sobre las milpas en ruidoso aguacero. Las milpas, agradecidas, se enderezaron enseguida y el campesino obtuvo una cosecha abundante de maíz.
Todo porque una pequeña gota de agua se decidió a hacer lo que podía.
Autor desconocido
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