En el día de hoy, más que nunca, quiero encontrarme conmigo mismo, buscar en lo profundo de mi alma y mi corazón, sin olvidar, los nombres y apellidos de los más sinceros amigos, que han pasado por cada una de las páginas escritas de mi vida.
Los nombres que están lejos de mi vida, que estuvieron y no sé dónde se encuentran, de los que tengo cerca, que están allí, cada vez que los necesito; los de mi niñez, adolescencia y madurez; los que ya no veo con frecuencia y los que veo día a día. Los que siempre llevo en mi mente, los que han estado en los momentos difíciles y a los que siempre comparten conmigo una sonrisa; los que sin querer ofendí y herí, y a los que tal vez me hicieron brotar lágrimas en mi rostro; con los que aprendí grandes lecciones y con los que ojalá haya dejado algo de mi esencia.
Anhelo, que pasen a ser parte de mi alma siempre, los nombres y apellidos de mis amigos, para que queden marcados en mi existencia, aquellos amigos, que ya no están y se encuentran, más allá de la línea horizontal de la vida, los cuales, los llevo en cada una de mis oraciones. Y también a los amigos que se estacionaron, solo por una estación en mi vida y tomaron su rumbo; aquellos amigos que todavía no conozco, pero seguro marcarán pauta en mi vida, y yo en la de ellos.
Les doy gracias a aquellos amigos que han estado cuando estoy triste y me siento solo, que con tan solo una palabra dan aliento del bueno; que cuando uno está perdido, ellos están ahí, para hacerte compañía y mostrarte el camino, dando siempre una sonrisa y prestando su hombro, para ser la muleta que muchas veces se necesita.
Porque definitivamente la amistad es el casamiento del alma, que va más allá de un momento grato. La amistad, es el sentir de lo que padece la otra persona; una verdadera amistad no tiene tiempo, edad, color, sexo, ni cualquier barrera. La esencia de la amistad, es el apoyo incondicional, pase lo que pase, aceptando los defectos y realzando las virtudes de cada ser humano.
En este momento de reflexión, quiero que se convierta cada espina, en un jardín de rosas blancas, cada lágrima en miles de sonrisas y abrazos fraternales; cada tiniebla en luminosas estrellas que floten en el universo y que de cada sufrimiento nazca un sentimiento de felicidad.
Mil gracias por encontrarse, o por haber estado en mi vida, gracias a cada uno de ustedes por dejarme estar o haber estado, en cada una de sus historias.
Agradecido a la vida, por haber encontrado a esos amigos que marcaron pauta en las líneas de mi vida y los que tal vez marcarán en lo que falta de ella, ya que, de cada uno de ustedes he aprendido, aprendo y aprenderé.
Autor desconocido
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