Dos semillitas están juntas en la tierra sembrada.
La primera dijo:
-¡Quiero crecer! ¡Quiero que mis raíces lleguen muy abajo en el suelo y que mis retoños rompan la corteza de la tierra que tengo arriba…
Quiero desplegar mis tiernos brotes como banderas para anunciar la llegada de la primavera… Quiero sentir el calor del sol en mi cara y la bendición del rocío matinal en mis pétalos.
Y entonces creció.
Y entonces creció.
La segunda semilla dijo:
-Tengo miedo. Si dejo que mis raíces vayan abajo, no sé que encontraré en la oscuridad. Si me abro camino a través del suelo duro, por sobre mí, puedo dañar mis delicados retoños… ¿Y si dejo que mis brotes se abran y una serpiente trata de comerlos? Además, si abriera mis pimpollos, tal vez un niño pequeño me arranque del suelo. No, me conviene esperar hasta que esté seguro.
-Tengo miedo. Si dejo que mis raíces vayan abajo, no sé que encontraré en la oscuridad. Si me abro camino a través del suelo duro, por sobre mí, puedo dañar mis delicados retoños… ¿Y si dejo que mis brotes se abran y una serpiente trata de comerlos? Además, si abriera mis pimpollos, tal vez un niño pequeño me arranque del suelo. No, me conviene esperar hasta que esté seguro.
Y entonces esperó.
Un ave que andaba dando vueltas por el lugar en busca de comida, encontró la semilla que esperaba y enseguida se la tragó.
Moraleja: Los que se niegan a correr riesgos al crecer son tragados por la vida.
Autor desconocido
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