sábado, 29 de junio de 2019

El Árbol sin Hojas



Era un árbol tan feo, tan feo, que no tenía hojas. Estaba solo en el campo y nunca había visto otro árbol.

Por eso no sabía que los árboles tienen hojas. Y tampoco sabia que él era tan feo.

Pero un día oyó decir a unos niños:

-¡Vaya porquería de árbol!

-No sirve para nada.

-Ni siquiera tiene hojas.

Entonces se puso triste porque se enteró de que era feo.

Y le dijo al Sol:

-Tú que eres tan poderoso, ¿puedes darme hojas?

El Sol le contestó:

-Yo no puedo dar hojas a las árboles. Vete tú a buscarlas.

Y el arbolito dijo:

-No puedo. Mis pies están clavados en el suelo.

Otro día dijo al Viento Gris:

-Tú que eres tan poderoso, ¡dame algunas hojas!

Y el Viento Gris le contestó:

-Yo sé quitar las hojas de los árboles, pero no sé cómo se ponen. No puedo ayudarte.

Pasó la Lluvia y el árbol le dijo:

-Señora Lluvia, mis pies están clavados en el suelo. ¿Puedes traerme algunas hojas para adornar mis ramas?

Y la Lluvia le contestó:

-Yo no puedo darte hojas. Yo sólo sé llorar. Voy a llorar por ti.

La Lluvia se alejó, llorando.

-¡Ay, Señor, qué desgracia! ¡Un arbolito que no tiene hojas!

El pobre arbolito sin hojas se quedó aún más triste. Y decía:

-He acudido a los más poderosos y no me han ayudado. ¡Ya nadie podrá ayudarme!

Pero un buen día dijeron los niños:

-¡Vamos a adornar este árbol!

Trajeron papel de colores: rojo, verde, azul, amarillo... Y lo cortaron en pedacitos y lo fueron pegando en el arbolito. Y al cabo de un rato el arbolito quedó lleno de hojas. Hojas azules y rojas, hojas amarillas y verdes.

Y pasó el Sol y se quedó un rato largo mirando, porque nunca había visto un árbol tan hermoso.

Pasó el Viento Gris y se paró en seco:

-¡Vaya con el arbolito! ¡Qué hojas tan bonitas ha encontrado!

Y el Viento Gris dio una vuelta para no arrancarle ninguna.

Pasó la Lluvia, y al ver aquellas hojas rojas, azules, amarillas y verdes, se le cortaron las lágrimas y dijo:

-¡ Qué pena! iYa no podré llorar más por este arbolito!

Y la señora Lluvia se marchó con sus lágrimas a otra parte.

Luego vinieron los niños y bailaron en torno al arbolito, que ya estaba muy contento con sus preciosas hojas.


Autor desconocido

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