“Acérquense. Quiero aprovechar esta ocasión para enseñarles algo”. Los alumnos rodearon a su maestro, atentos a lo que estaba por decirles.
Algunos de los alumnos, con una expresión de contrariedad, se preguntaron por qué se disponía a darles lecciones, si se encontraban simplemente disfrutando de un rato de diversión. ¿Estaría por contarles un cuento para reflexionar? Pero sus objeciones se disiparon cuando el maestro les dijo que en realidad estaba por proponerles un juego.
“Consíganme cinco monedas iguales, preferiblemente que sean grandes”, les dijo. Los alumnos no tardaron en completar el encargo. Luego, con las cinco monedas en un puño, el maestro dio las instrucciones del juego:
“Dejaré caer estas monedas en el agua, y cada uno de ustedes deberá recoger una. Deberán hacerlo en el menor tiempo posible”.
Una vez que los cinco estuvieron preparados, el maestro abrió su puño y dejó caer las monedas todas juntas. Mientras iban cayendo por su propio peso, los jóvenes alumnos se abalanzaron sobre ellas, desparramándolas, chocándose entre ellos, haciendo olas y causando un gran alboroto.
Finalmente, después de unos cuantos minutos, recuperaron las monedas; algunos habían recogido más de una, mientras que otros, ignorando que ya todas habían sido encontradas, seguían buceando en busca de monedas perdidas.
“¿Qué les ha parecido? ¿Disfrutaron del juego?”, preguntó el maestro a sus discípulos. “Sí”, contestó uno, “aunque nos ha costado un poco de trabajo, incluso nos hemos lastimado un poco entre nosotros, en el esfuerzo por alcanzar el objetivo lo más rápidamente posible”.
“Bien”, continuó el maestro, “ahora es mi turno de jugar”. Dicho esto, pidió a sus discípulos que arrojaran las monedas al agua, puesto ahora él debería ir en su búsqueda.
Mientras las monedas se precipitaban hasta el fondo de la piscina, el maestro permaneció inmóvil, observándolas. En cuanto todas ellas tocaron el fondo, el maestro se sumergió suavemente, recogió las monedas y volvió a la superficie, poniendo en evidencia lo que quería mostrar a sus alumnos con este juego para reflexionar.
“¿He tardado más o menos que ustedes?”, preguntó a los discípulos. “Bastante menos”, contestó uno de ellos. Entonces el maestro volvió a preguntar: “¿Cómo fue eso posible? Yo soy una sola persona, y ustedes son cinco. Deberían haberlo hecho más rápido”.
“Por que en lugar de esforzarse por alcanzar las monedas lo antes posible, simplemente las dejó que cayeran, y cuando éstas estuvieron quietas en el fondo, las recogió a todas juntas”, respondió otro discípulo.
“Tú lo has dicho”, señaló el maestro, y continuó: “Estas monedas representan sus problemas, sus metas, sus anhelos. Suelen presentarse todos juntos y confundirlos. Pero ustedes, dominados por la ansiedad, quieren alcanzarlos o resolverlos cuanto antes, pero no hacen más que dificultar la obtención de resultados. Además, la consigna era grupal, no hacía falta que compitieran o pelearan entre ustedes para conseguir el objetivo”.
El maestro continuó explicando la metáfora de este juego para reflexionar. “El agua de la piscina representa el entorno en el que se desarrollan sus vidas. Al permanecer expectantes, en total quietud, atentos y a distancia, el agua se mantiene calma y pueden ver claramente cómo las monedas se juntan en el fondo de la piscina, para luego ir tranquilamente a recogerlas todas de una vez. Pero si se desesperan por recuperar las monedas rápidamente, el agua se vuelve turbulenta y les impide ver con claridad”.
“De la misma forma, cuando sus problemas se presenten todos juntos, en lugar de dejarse abrumar, desesperarse y tratar de resolver las cosas con urgencia, deben tomar distancia y esperar a que se aquieten las aguas para poder ver con claridad. Recién entonces podrán tomar decisiones acertadas y actuar en consecuencia”.
“Por último, el aire que toman antes de sumergirse al agua también tiene un significado: es la respiración consciente que deben hacer siempre antes de actuar, para conectarse con el universo y asegurar que sus acciones estén en armonía con éste”.
Concluida la lección, el maestro devolvió las monedas a sus discípulos y los dejó disfrutar libremente de la estadía en la piscina, dejándoles una importante enseñanza a través de un juego.
Autor desconocido
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