lunes, 12 de septiembre de 2016

El testamento de Cristo

 

Yo, Jesús de Nazareth, viendo próxima mi hora y estando en posesión de plenas facultades para firmar este documento, deseo repartir mis bienes entre las personas más cercanas a Mí. Siendo entregado como cordero para la salvación de la Humanidad, creo conveniente repartir mis bienes entre todos. Y así os dejo todas las cosas que desde mi nacimiento han estado presentes en mi vida y la han marcado de un modo significativo:


- La estrella de Belén, a los que están desorientados y necesitan ver claro para seguir adelante, y a todo aquel que desee ser guiado y/o servir de guía.

- El pesebre, a los que no tienen nada, ni siquiera un sitio para cobijarse o un fuego donde calentarse y poder hablar con un amigo.

- Mis sandalias, que son vuestras sandalias, las de los que desean emprender un camino, las de quienes están dispuestos a estar siempre en camino.

- La palangana donde he lavado los pies a mis discípulos, a quien quiera servir, a quien desee ser pequeño ante los hombres, pues será grande a los ojos de mi Padre.

- El plato donde voy a partir el pan: es para los que vivan en fraternidad, para los que estén dispuestos a amar, ante todo y a todos.

- El cáliz, lo dejo a quienes están sedientos de un mundo mejor y una sociedad más justa.

- La cruz es para todo aquel que esté dispuesto a cargar con ella.

- Mi túnica a todo aquel que la divida y la reparta.

También quiero dejar como legado a la Humanidad entera, las actitudes que han guiado mi Vida, actitudes que quiero que guíen también la vuestra.

- Mi Palabra y la enseñanza que me confió mi Padre, a todo el que la escucha y la pone en práctica.

- La alegría a todos los que deseen compartirla.

- La humildad, para quien esté dispuesto a trabajar por la expansión del Reino de los Cielos.

- Mi hombro, a todo aquél que necesite un amigo en quien reclinar la cabeza, y al abatido por el cansancio del camino, para que puedan descansar y recobrar fuerzas para seguir caminando.

- Mi perdón, es para todos los arrepentidos, para todos los que día tras día, pecado tras pecado, sepan volver al Padre a través del Sacramento de la Confesión.

- Mi Amor... mi Amor es para todos, buenos y malos, justos e injustos, para todos los hombres sin ningún tipo de distinción. Eso sí, siento especial predilección por los más débiles.


También os dejo a mi queridísima Madre, la Virgen María, que ahora es también vuestra madre.

Todo esto y aún más quisiera dejaros, pero sobre todo es mi Vida lo que os ofrezco. Soy Yo mismo quien me quedo con vosotros en la Hostia Consagrada para seguir caminando a vuestro lado, compartiendo vuestras preocupaciones y problemas, vuestras alegrías y gozos. Podéis venirme a visitar cuando queráis; os espero en el Sagrario.

Yo soy el Camino: os invito a que sigáis siempre el camino correcto, ayudando también a los demás a encontrarlo.

Yo soy la Verdad: os invito a que seáis siempre sinceros y que os mantengáis unidos amando de verdad al prójimo como a vosotros mismos.

Yo soy la Vida: os invito a que hagáis la vida agradable a los demás a pesar de las adversidades.

Yo os he amado hasta el extremo y os llevaré siempre en mi Corazón.


Jesús
 
 
 Autor desconocido
 

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