miércoles, 15 de julio de 2020

El Zapatero feliz


Todavía perdura el recuerdo, en una ciudad de Europa, de un alegre zapatero. Era, probablemente, una de las personas más felices de la tierra a pesar de su gran humildad.

Un día el zapatero fue visitado por uno de sus vecinos, un banquero muy rico, que al observar la gran alegría del zapatero entre tanta miseria, no pudo dejar de preguntar:

- Señor zapatero, si no es molestia, ¿podría decirme cuánto gana usted con su humilde trabajo?

- Es tan poco dinero, señor, que hasta vergüenza me da decirlo, no se lo tome a mal. Pero dicho dinero me da cada día el pan de mis hijos, y a mí me basta con terminar decentemente el año, aunque tengamos que privarnos, lamentablemente, de muchas cosas. – Respondió el zapatero orgulloso.

Aquella excelente y positiva actitud dejó muy sorprendido al banquero que, poco después, dijo muy conmovido:
- Señor zapatero, tome usted estas monedas de oro que le ofrezco desinteresadamente, y guárdelas con esmero para cuando las necesite de verdad.

A partir de entonces la actitud del zapatero cambió, con motivo de sentirse poseedor de una de las mayores riquezas del mundo. Aquella riqueza exigía mucho del zapatero, ya que al haber escondido bajo el suelo de su casa las monedas de oro, era incapaz de descansar y vivir con normalidad. El zapatero había enterrado sin saberlo al mismo tiempo el dinero y su alegría y buen humor, siendo desde entonces huéspedes de su casa, el miedo, la desconfianza, el insomnio y la inquietud. El menor ruido durante la noche, le hacía llenarse de temor ante un posible robo y sus consecuencias.

Hasta que un día, cansado el zapatero de su nueva vida, fue a visitar a su vecino banquero:
- Oiga, amable señor; quiero devolverle todo su dinero, pues mi mayor deseo es vivir como lo hacía antes.

Y, de esta sencilla forma, el zapatero recuperó su alegría.



Autor desconocido

Las piedrecitas azules


Había dos piedrecitas que vivían en medio de otras en el lecho de un torrente. Se distinguían entre todas porque eran de un intenso color azul. Cuando les llegaba el sol, brillaban como dos pedacitos de cielo caídos al agua. Ellas conversaban en lo que serían cuando alguien las descubriera: "Acabaremos en la corona de una reina" se decían.

Un día, por fin fueron recogidas por una mano humana. Varios días estuvieron sofocándose en diversas cajas, hasta que alguien las tomó y oprimió contra una pared, igual que otras, introduciéndolas en un lecho de cemento húmedo.

Lloraron, suplicaron, insultaron, amenazaron, pero dos golpes de martillo las hundieron todavía más en aquel cemento.

A partir de entonces solo pensaban en huir. Trabaron amistad con un hilo de agua que de cuando en cuando corría por encima de ellas y le decían: - Fíltrate por debajo de nosotras y arráncanos de esta maldita pared". Así lo hizo el hilo de agua y al cabo de unos meses las piedrecitas ya bailaban un poco en su lecho.

Finalmente en una noche húmeda las dos piedrecitas cayeron al suelo y yaciendo por tierra echaron una mirada a lo que había sido su prisión. La luz de la luna iluminaba un espléndido mosaico. Miles de piedrecitas de oro y de colores formaban la figura de Cristo. Pero en el rostro del Señor había algo raro, estaba ciego. Sus ojos carecían del iris. Las dos piedrecitas comprendieron. Eran ellas los ojos de Cristo. Por la mañana un sacristán distraído tropezó con algo extraño en el suelo. En la penumbra pasó la escoba y las echó al cubo de basura.

Cristo tiene un plan maravilloso para cada uno de nosotros, y a veces no lo entendemos y por hacer nuestra propia voluntad malogramos lo que él había trazado. Tú eres los ojos de Cristo. Él te necesita para mirar con amor a cada persona que se acerca a tu vida.

Tú también eres parte del Cuerpo de Cristo, que es la Iglesia.


Autor desconocido


jueves, 9 de julio de 2020

Las cucharas



Un cierto día, un discípulo preguntó a su Maestro:

- ¿Cuál es la diferencia entre el cielo y el infierno?. El Maestro le respondió: es muy pequeña, sin embargo tiene grandes consecuencias. Ven, te mostraré el infierno.

Entraron en una habitación donde un grupo de personas estaba sentado alrededor de un gran recipiente con arroz, todos estaban hambrientos y desesperados, cada uno tenía una cuchara tomada fijamente desde su extremo, que llegaba hasta la olla. Pero cada cuchara tenía un mango tan largo que no podían llevársela a la boca. La desesperación y el sufrimiento eran terribles. Ven, dijo el Maestro después de un rato, ahora te mostraré el cielo.

Entraron en otra habitación, idéntica a la primera; con la olla de arroz, el grupo de gente, las mismas cucharas largas pero, allí, todos estaban felices y
alimentados.

- No comprendo dijo el discípulo, ¿Por qué están tan felices aquí, mientras son desgraciados en la otra habitación si todo es lo mismo?

El Maestro sonrió. Ah... ¿no te has dado cuenta? Como las cucharas tienen los mangos largos, no permitiéndoles llevar la comida a su propia boca, aquí han aprendido a alimentarse unos a otros.

Beneficio común, trabajo común... ¿Tan complicadas son las cosas que no vemos el beneficio común, que en definitiva es nuestro beneficio?



Autor desconocido

martes, 7 de julio de 2020

Debilidades humanas


"Deficiente" es aquel que no logra modificar su vida, aceptando las imposiciones de otras personas o de la sociedad en la que vive, sin tener conciencia de que es dueño de su destino.

"Loco" es quien no busca ser feliz con lo que posee.

"Ciego" es aquel que no ve a su prójimo morir de frío, de hambre, de miseria, y sólo tiene ojos para sus míseros problemas y pequeños dolores.

"Sordo" es aquel que no tiene tiempo de oír el desahogo de un amigo o la llamada de un hermano, pues está siempre ocupado trabajando y quiere garantizar su salario a fin de mes.

"Mudo" es aquel que no puede decir lo que siente y se esconde por detrás de la máscara de la hipocresía.

"Paralítico" es quien no puede andar en la dirección de aquellos que necesitan de su ayuda.

"Diabético" es quien no puede ser dulce.

"Enano" es quien no sabe dejar crecer al amor.

Y, finalmente, la peor de las deficiencias es ser miserable, pues "Miserables" son todos los que no quieren hablar con Dios.


Autor desconocido


Plan de vida



1. Camina alegre entre el ruido y la prisa, y piensa en la paz que se puede encontrar en el silencio.

2. En cuanto sea posible, y sin renunciar a tus convicciones, mantén buenas relaciones con todos.

3. Escucha con atención a los demás, aún al torpe e ignorante, que también ellos valen mucho.

4. Aléjate de las personas negativas, ruidosas y agresivas, porque te pueden contagiar su mal espíritu.

5. Si te comparas con los demás adquieres orgullo y desánimo, porque siempre habrá quien te supere y quien tenga menos cualidades.

6. Disfruta de tus éxitos y agradécelos a Dios. Mantén el interés por tu profesión, porque ella es un verdadero tesoro. Allí están tus futuros triunfos.

7. Sé prudente en tus negocios. El mundo esta lleno de engaños y peligros. Pero tampoco andes dudando de todo y de todos. Hay más gente buena de la que tú crees.

8. Acepta con respeto el parecer de quienes tienen muchos años, consulta con interés también el parecer de la juventud. Lo viejo y lo nuevo dan sabiduría.

9. Cuidado con demasiada soledad, demasiada fatiga o demasiado afán. Muchas angustias y enfermedades nacen de estos tres excesos.

10. Procura estar en paz con Dios, vivir en paz con tu prójimo y conservar la paz de tu alma. Esto ayudará a ser plenamente feliz.

Texto que figura en una placa de una antigua iglesia



Autor desconocido

El tren de la vida


En un viaje en tren, a lo largo del trayecto, pueden suceder una gran diversidad de situaciones. Nuestra existencia terrenal puede ser comparada a uno de esos viajes, más o menos largo. Primero, porque está llena de embarques y desembarques, algunos accidentes, sorpresas agradables en algunos embarques, y grandes tristezas en algunas partidas.

Cuando nacemos, entramos en el convoy y nos encontramos con personas que deseamos que sigan siempre con nosotros: nuestros padres. Infelizmente, eso no va a suceder: en alguna estación ellos descenderán y nos dejarán huérfanos de sus cariños, amistad y compañía insustituibles. Mas durante el viaje, otras personas especiales embarcarán y seguirán viaje con nosotros: nuestros hermanos, amigos, amores e hijos.

El viaje no es igual para todos. Algunos hacen un paseo, otros sólo ven tristezas, y otros todavía circulan por los vagones, para ayudar a quien precise. Muchos descienden y dejan nostalgias eternas... Otros pasan de una forma que, cuando desocupan su asiento, nadie se da cuenta.

Curioso es constatar que algunos pasajeros que nos resultan complicados, se acomodan en vagones distantes del nuestro, lo cual no impide, está claro, que durante el recorrido nos aproximemos a ellos y los abracemos, aunque jamás podamos seguir juntos, porque habrá alguien a su lado ocupando aquel lugar.

Pero eso no importa, pues el viaje está lleno de atropellos, sueños, fantasías, esperas, despedidas.

Lo importante, es que hagamos nuestro viaje de la mejor manera posible, buscando relacionarnos lo mejor posible con los demás pasajeros, viendo en cada uno de ellos lo mejor que tienen.

Debemos acordarnos siempre que, en algún momento del trayecto, ellos podrán flaquear y tenemos que entenderlos, pues nosotros también flaquearemos muchas veces y queremos que haya alguien que nos entienda.

La gran diferencia, al final, es que en el tren de la vida, nunca sabemos en qué estación tendremos que descender, y mucho menos en qué estación descenderán nuestros amores, ni siquiera el que está sentado a nuestro lado. Es posible que, cuando tengamos que desembarcar, la añoranza nos venga a hacer compañía. Porque no es fácil separarnos de los amigos, ni dejar que los hijos sigan viaje solos.

Mientras tanto, en algún lugar, hay una estación principal a la cual vamos todos. Allí nos reencontramos todos. Y cuando llegue esa hora, tendremos grandes emociones al poder abrazar a nuestros amores y matar la añoranza que nos hizo compañía por tanto tiempo...

Que nuestro breve viaje sea una gran oportunidad de aprender y enseñar, entender y atender a aquéllos que viajan a nuestro lado, porque no fue el azar que los colocó allí...

Que aprendamos a amar y a servir, comprender y perdonar, pues no sabemos cuánto tiempo aún nos resta hasta la estación donde tendremos que dejar el tren.

Si tu viaje no transcurre exactamente como esperaba, dale una nueva dirección.

Admírate de la belleza del camino.

Busca una manera de dar utilidad a tus horas.

Preocúpate por aquéllos que siguen viaje a tu lado.

Deja de lado las quejas y haz que tu trayecto quede marcado con rastros de luz.

Piensa en eso... Y buen viaje!



Autor desconocido

Las gafas


Mi abuelo amaba la vida - especialmente cuando podía gastarle una broma a alguien. Hasta que un frío domingo en Chicago, mi abuelo pensó que Dios le había jugado una broma. Entonces no le causó mucha gracia. Él era carpintero. 

Ese día en particular, había estado en la Iglesia haciendo unos baúles de madera para la ropa y otros artículos que enviarían a un orfelinato a China. Cuando regresaba a su casa, metió la mano en el bolsillo de su camisa para sacar sus gafas, pero no estaban ahí. Él estaba seguro de haberlas puesto ahí esa mañana, así que regresó a la Iglesia. Las buscó, pero no las encontró. Entonces se dio cuenta de que las gafas se habían caído del bolsillo de su camisa, sin él darse cuenta, mientras trabajaba en los baúles que ya había cerrado y empaquetado. ¡Sus nuevas gafas iban camino de China!. La Gran Depresión estaba en su apogeo y mi abuelo tenia 6 hijos. Él se había gastado 20 dólares en esas gafas.

"No es justo" le dijo a Dios mientras conducía frustrado de regreso a su casa. "Yo he hecho una obra buena donando mi tiempo y dinero y ahora esto".

Varios meses después, el Director del orfelinato estaba de visita en Estados Unidos. Quería visitar todas las Iglesias que lo habían ayudado cuando estaba en China, así que llegó un domingo por la tarde a la pequeña Iglesia a donde mi abuelo asistía a la Santa Misa en Chicago. Mi abuelo y su familia estaban sentados entre los fieles, como de costumbre.

El misionero empezó por agradecer a la gente por su bondad al apoyar al orfelinato con sus donaciones. "Pero más que nada", dijo "debo agradecerles por las gafas que mandaron. Verán, los comunistas habían entrado al orfelinato, destruyendo todo lo que teníamos, incluyendo mis gafas. ¡Estaba desesperado! Aún y cuando tuviera el dinero para comprar otras, no había donde. Además de no poder ver bien, todos los días tenía fuertes dolores de cabeza, así que mis compañeros y yo estuvimos pidiendo mucho a Dios por esto.

Entonces llegaron sus donaciones. Cuando mis compañeros sacaron todo, encontraron unas gafas encima de una de las cajas". El misionero hizo una larga pausa, como permitiendo que todos digirieran sus palabras. Luego, aún maravillado, continuó: "Amigos, cuando me puse las gafas, eran como si las hubieran mandado hacer justo para mí!, ¡Quiero agradecerles por ser parte de esto!". Todas las personas escucharon, y estaban contentos por las gafas milagrosas. Pero el misionero debió haberse confundido de Iglesia, pensaron. No había ningunas gafas en la lista de productos que habían enviado a China. Pero sentado atrás en silencio, con lágrimas en sus ojos, un carpintero ordinario se daba cuenta de que el Carpintero Maestro lo había utilizado de una manera extraordinaria.


Autor desconocido


El zapatero rico



Un día bajó el Señor a la Tierra en forma de mendigo y se acercó a casa de un zapatero pobre y le dijo: "Hermano, hace tiempo que no como y me siento muy cansado. Aunque no tengo ni una sola moneda quisiera pedirte que me arreglaras por favor mis sandalias para poder seguir caminando".

El zapatero le respondió: "¡Yo soy muy pobre y ya estoy cansado que todo el mundo venga a pedir y nadie venga a dar!"

El Señor le contestó: "Yo puedo darte lo que tú quieras". El zapatero le preguntó: "¿Dinero inclusive?".

El Señor le respondió: "Yo puedo darte 10 millones de dólares, pero a cambio de tus piernas". -"¿Para qué quiero yo 10 millones de dólares si no voy a poder caminar, bailar y moverme libremente?", dijo el zapatero.

Entonces el Señor replicó: "Está bien, te podría dar 100 millones de dólares, a cambio de tus brazos". El zapatero le contestó: "¿Para qué quiero yo 100 millones de dólares si no voy a poder comer solo, trabajar, jugar con mis hijos y abrazar a mi esposa?"

Entonces el Señor le dijo: "En ese caso, yo te puedo dar 1000 millones de dólares a cambio de tus ojos". El zapatero respondió asustado: "¿Para qué me sirven 1000 millones de dólares si no voy a poder ver el amanecer, ni a mi familia y mis amigos, ni todas las cosas que me rodean?"

Entonces el Señor le dijo: "Ah, hermano mío, ya ves qué fortuna tienes y no te das cuenta".




Autor desconocido

¡Mi mamá no tiene novio!


De visita en casa de mis tíos, me divierte ver a mi prima mayor prepararse cuando espera a su novio; toda contenta se peina, perfuma y pinta los labios, se viste muy guapa y corre de un lado a otro de la casa, arreglando todo con detalle para que su "mi amor" no encuentre defecto alguno en el entorno.

Entonces llega el novio oliendo a mucha loción y cuando se miran...¡uff!, parece que flotan en el aire. Se abrazan con ternura y ella le ofrece algo para tomar junto con las galletas que le preparó durante la tarde. Además, el celebra todo lo que ella le prepara para cenar con esmero. Luego se sientan a charlar, comentan tonterías durante horas, después de lograr que los niños desaparezcamos de la sala. Se escuchan el uno al otro sin perder detalle ni soltarse sus manos, hasta que al susodicho no le queda mas remedio que despedirse cuando mi tío empieza a rondar con la almohada bajo el brazo.

Al día siguiente le pregunto a mi mamá quién es su novio, y me dice muy sonriente que su novio es mi papá. - "No mami en serio..." pero ella insiste.

¿Cómo va a ser mi papá su novio?. ¡En primer lugar, él nunca llega con un ramo de flores, ni chocolates; sí le da un regalo a mamá en su cumpleaños y navidad, pero nunca he visto que el novio de mi prima se presente con una licuadora o dinero para que se compre algo. Además mamá no pone cara de Blancanieves cuando papá llega del trabajo, ni él sonríe como príncipe azul cuando la mira. Mamá no corre a arreglarse el peinado, ni a pintarse los labios cuando suena el timbre de la puerta y apenas voltea a verlo para decir "hola" porque está revisando las tareas.

El saludo de mi papá, en vez de "hola mi vida" es "Hola, ¡que día!" y de inmediato se tumba en el sillón para estar cómodo.

En lugar de "¿qué te apetece para cenar?"; Mi mamá le pregunta temerosa "Qué, ¿quieres cenar?" y cuando creo que papá le va a decir "Qué guapa estás hoy", le pregunta "¿dónde está el mando de la tele?". Los novios se dicen cosas románticas como "¡cuánto te amo!", en vez de "¿fuiste al banco?".

Mi prima y su novio no pueden dejar de mirarse. Cuando mamá pasa delante de papá, él inclina la cabeza para no perder detalle de lo que hay en la tele. A veces, papá le da un abrazo sorpresa a mamá, pero ella tiene que zafarse por que siempre está moviéndose con rapidez.

Además, mis papás solo se dan la mano cuando en Misa el padre dice "daos fraternalmente la paz".

Yo creo que ella me dice que son novios para que no me entere de que "cortaron" cuando se casaron. La verdad es que mi mamá no tiene novio y mi papá no tiene novia. Qué aburrido... ¡Solo son esposos!



Autor desconocido


Después de apagar las luces


Cuando una noticia nos llega de Estados Unidos, en seguida pensamos en vuelos espaciales, en computadores electrónicos, en avances tecnológicos, conflictos militares, índices de la bolsa neoyorquina, estrenos de películas, etc. Pero hay mucho más. Hasta hay la devoción a la Virgen y el rezo de su Rosario.

Desde Saint Paul, Minnesota, Estados Unidos, una señora cuenta así sus experiencias:

«Cuando era niña, nuestra familia vivía en una pequeña casa, donde la abuelita venía a visitarnos; solía estar dos o tres semanas, y nosotras nos disputábamos el privilegio de estar en su compañía. Por ser yo la mayor, conseguí dormir en una cama cerca de la suya.

Cada noche, después de apagar las luces y quedar todo en silencio, la oía cuchichear suavemente: estaba rezando. Parecía que no iba a acabar nunca y pronto me esforcé por entender lo que decía. Supe que rezaba el rosario, y de esta manera aprendí el Padrenuestro, el Avemaría y otras oraciones de su uso particular.

La abuelita era irlandesa, católica. Nuestra madre abandonó la religión al casarse con nuestro padre. Siempre hemos ido a escuelas no católicas; en casa no había religión, excepto la de nuestra abuelita, cuando nos visitaba.

Me casé y no me acerqué más a la iglesia. Pero nueve años más tarde sentí la necesidad de una base espiritual. Acudí a la biblioteca, estudié varias religiones Y siempre por la noche recordaba los rezos de la abuelita. Leí libros sobre el Catolicismo, que daban respuestas a todas mis dudas. Encontré un sacerdote, me instruyó en lo necesario y recibí el Bautismo.

Yo rezaba por mi marido y por mis padres. Un año después de ser católica, mi esposo anunció que iba a prepararse para el Bautismo. Nuestra madre se reconcilió con la iglesia. Tuvimos un hijo y lo bautizamos según el rito católico. Mi cuñada y su esposo, al ver cuán felices éramos con nuestra nueva religión, se hicieron católicos, y mi marido y yo somos padrinos de sus tres hijos.

¡Todo debido al Rosario rezado en voz baja por una buena mujer!



Texto escrito por Fr. José A. M. Puche, O.P.




De profesión... mamá



El trabajo en el hogar es, sin duda alguna, el trabajo con mayor dimensión social que existe.

Aún desarrollándose entre cuatro paredes, tiene una repercusión importantísima en la buena salud de la sociedad.

Cuando una madre funciona bien, funciona bien la familia y, a su vez, funciona bien toda la colectividad.

Mis logros personales no pueden competir con los de un alto ejecutivo, ni salen en televisión, ni cotizan en la bolsa. Sin embargo, yo no lo cambio por nada.

Mis satisfacciones son mucho mayores, y en mis manos está el mejor negocio de mi vida pues me siento como la empresaria más importante del planeta.

Me animo a escribir estas sencillas reflexiones pensando, en especial, en aquellas mujeres, trabajadoras como yo, cuyo sueldo es el apoyo y la ayuda de sus maridos y la sonrisa de sus hijos.

Pertenezco a una empresa familiar ubicada en un edificio ocupado, en su mayoría, por negocios similares al mío.

Como toda buena compañía que se precie, goza de unas instalaciones dignas, sencillas, soleadas y, sobretodo, muy acogedoras.

Así, estamos convencidos, se trabaja más, mejor y se está a gusto. La sala de juntas, por ejemplo, es amplia, luminosa, sin ningún elemento decorativo ostentoso (porque ni nos da para ello ni es nuestro estilo) y hace las veces de biblioteca, sala de reuniones, estudio con audiovisuales, aula de descanso..., lo que haga falta.

Sin embargo, es en el que podríamos llamar laboratorio, donde paso la mayor parte del tiempo.

Es aquí donde intento transformar las materias primas que recibo de mis proveedores en exquisitos productos elaborados; donde se lavan los trapos sucios de la empresa, se alisan las arrugas de la convivencia, y un montón de cosas más.

La mesa de mi despacho está entre la nevera y el microondas. El hilo musical que suena de fondo es el del lavaplatos (por cierto, Dios mío, gracias por poder tenerlo porque ¡el trabajo que ahorra!). El sillón de cuero lo sustituí por una banqueta de cocina, bastante cómoda también.

En ocasiones, me traslado momentáneamente al despacho de otro trabajador para poder usar el ordenador. Es una habitación compartida con un futbolín, un corralito y su habitante eventual (al que tengo que atender a cada frase), libros, enseres de descanso, un armario que antes creía muy amplio, cachibaches por doquier, etc.

Y pues, como si de cualquier otro ministro se tratara, me resulta bastante difícil hacer algo sin interrupción, puesto que, esté donde esté, en mi lugar de trabajo entran cada dos por tres mis secretarios particulares de 1, 3, 6, 8 y 10 años, solicitando mi atención para resolver cualquier tipo de problema socio-laboral o simplemente de subsistencia.

Es muy gratificante pensar que eres necesario para los demás. En lo que respecta a mis secretarios, hablaría de ellos horas y horas, como lo haría una madre de sus pequeñuelos.

Digo bien cuando los llamo secretarios porque están bien enseñados (nuestros esfuerzos nos cuesta) y colaboran en el bien de la empresa, ¡todos!

Por supuesto que cada uno ha de ocuparse de que sus pertenencias y material de trabajo esté recogido. Pero, aparte, cada uno tiene un pequeño encargo pensado un poco en el servicio a los demás.

Por ejemplo, José Ramón limpia los zapatos, los suyos y los de sus hermanos; Fran riega las plantas, a veces, cuando ya están un poco desmayadas y piden el agua a gritos; Covadonga repone el papel higiénico en los baños, importantísimo; Macarena se encarga de sacar la basura a la escalera, y ¡por Dios! que nadie se la saque porque sino tenemos follón; por último, Ignacio, que como todavía no sabe caminar (aunque eso no es excusa pues con el andador llega a todos los sitios, lo tenemos comprobado), de momento sólo recoge sus juguetes en el cesto.

Esto, escrito así, se ve muy bonito, pero dada la corta edad laboral de la mayoría del personal, para su buen funcionamiento, requiere una ardua tarea de inspección y seguimiento.

Y como la voluntad tarda más en desarrollarse que la inteligencia hay que repetir las cosas infinidad de veces. Aquí, la paciencia juega un papel fundamental. La paciencia y la gracia del sacramento del matrimonio que en ocasiones creo haberla visto materialmente. ¡Como para desperdiciarla!

Por otro lado, estos empleadillos, son muy dados a pedir enseguida recompensa. Es, entonces, cuando se reúnen los sindicatos con la patronal para llegar a un acuerdo. Por mi parte, quedan desterradas las pagas por recompensar un servicio o una ayuda que, a fin de cuentas, no tiene precio.

La colaboración entre los trabajadores no se puede expresar con dinero, y además, somos de la opinión de que cuanto menos tengan de eso, mejor. Sí suelo ser generosa en besos y achuchones (no creo que sea acoso sexual en el trabajo) y también muy efusiva en halagos y felicitaciones. Procuro que el premio lo vean ellos mismos con la satisfacción del trabajo bien hecho, ¡y cómo cuesta convencerles a veces!

Y con todo esto, que quizás a algunos le parezcan paparruchas ... ¡no me siento maruja! Es más, me horroriza la expresión. Y protesto enérgicamente contra aquellos que piensan que las amas de casa, madres de familia, nos dedicamos a esto porque no dimos para más y ahí estamos, sufriendo en silencio, como si de almorranas se tratara.

Tengo estudios universitarios y he ejercido mi profesión antes de casarme. Ahora no tengo un sueldo (bien que lo siento) pero mi trabajo, de horario más amplio y de mayores alegrías, es una especie de conglomerado de varios ministerios.

Ejerzo de ministra de educación y ciencia al hacer los deberes con mis hijos, o al asistir a las reuniones del colegio, del brazo de mi marido, en las que tanto aprendemos y tan bien lo pasamos. O cuando, simplemente, les enseño a actuar de tal o tal manera porque honradamente es lo más correcto; al hacer las cosas con orden, cumplir un horario, o una promesa,...

Como ministra de sanidad, poco a poco me fui soltando: no llego a recetar pero sí me ahorro alguna que otra visita al pediatra, porque de todo se aprende.

En cuanto al ministerio de agricultura, pesca y alimentación lo voy manejando mejor, aunque me costó lo mío. No es que cultive nada, pero cuando te casas sin saber cocinar ...

Sobre la cartera de asuntos sociales, sólo señalar que el hecho de que se vea pasear por la calle a una familia de más de cuatro miembros, es ya una buena aportación a la sociedad.

Dado el número de empleados que tenemos, es el ministerio de economía el que nos trae más de cabeza. Es por ello que hicimos de una frase que repetía mi padre un lema familiar: "soldado que se guarda, vale para segunda vez" y la herencia ha venido a formar parte de nuestras vidas. Sólo hay que cuidar las cosas un poquito.

Todo esto se lleva a cabo con una estrecha colaboración entre marido y mujer, por supuesto.

He de reconocer que la cartera de deportes se la lleva él. Como también quisiera señalar que hay otro aspecto que ejerzo en solitario, al igual que cantidad de mujeres en mi misma situación. Yo lo llamaría el ministerio de imagen y buen aspecto: hemos de ser verdaderas expertas en combinación de colores y prendas.

Tengo, en ocasiones, la tentación de hacer un esquema y pegarlo por dentro del armario: tal pantalón va con tal jersey: si pones este jersey, con tal y tal camisa o color de calcetín, ... Es posible que algún marido se sienta un tanto ofendido, pero hasta nuestra redacción no nos han llegado noticias de ninguno que tenga esta capacidad.

Para terminar, si se me admite un consejo, animaría a todas mis colegas a defender su profesión con la cabeza bien alta. A prepararse de alguna manera para mejorarla, tanto en la cocina como en la educación de los hijos y en muchas cosas más.

Y a no sentir ningún complejo de inferioridad ante esas "supermujeres" que nos vende la televisión, de maletín, peluquería y alta costura, porque en valía personal, como mínimo, estamos a la misma altura.




Covadonga Cañal


No soy perfecta. ¡Gracias, Señor!



Quise imaginar lo que sería mi vida, estando en este mundo, siendo un ser perfecto, sin tristezas, sin vacíos, sin necesidad de amar y sentirme amada, teniendo todo a la mano, para alcanzarlo sin el más mínimo esfuerzo, siendo poseedora de una imagen y figura perfecta ante los ojos de los demás; sintiendo el poder en mis manos... (después de todo eso es lo que anhelan y sueñan los seres humanos)... Y después de imaginar lo que sería mi vida así, el pensar en eso, no fue un sueño, sino una pesadilla de la cual, inmediatamente quise despertar... corrí al espejo a verme, y al contemplar mi imagen y redescubrir lo que soy, dije con voz de alivio: ¡No Soy perfecta, gracias Señor!.

Si no me equivocara jamás, tal vez no podría entender los errores que también cometen los demás, viviría juzgándolos, y me quedaría sola, porque no encontraría a nadie que me pudiera igualar.

Si mi imagen y figura, fueran perfectas para la humanidad, nadie sabría quién realmente soy, me buscarían por mi apariencia, verían en mí solo lo material; tal vez me convertiría en esclava del cuerpo y de lo superficial, queriendo encontrar la fórmula de la eterna juventud, para no envejecer jamás, dependiendo de cremas y maquillajes, viviendo una vida superficial; en el espejo no vería más que mi figura, no sabría quién soy en realidad... prefiero ser pequeña, diferente, estando segura de que los que me quieren, me conocen en verdad, y mejor aún, solo puedo contemplar en el espejo, más que mi alma, y lucho por conservar mi belleza espiritual.

Si no tuviera vacíos, no tendría necesidad de amar y sentirme amada, y sería una persona indiferente, eso me aterra, no quiero pensar lo que es vivir sin amor; sin experimentar esa necesidad de ser amada y los enormes deseos de dar amor... ese es el motor de nuestra existencia, si por ello mismo nos Creó Dios, más aún, fue tan grande su amor, que experimentó el más grande dolor, tan solo por Amor.

No soy perfecta y le doy gracias a Dios, porque mi imperfección le da sentido a mi vida, me invita luchar cada día por ser mejor. Gracias Dios, por mi imperfección, pon en mí el toque de tu perfección: "El Amor".



Autor desconocido


La casa bonita


Aquel era un sábado como cualquier otro: el trajín de siempre: correr, comprar rápido y escapar del tumulto y el bullicio de la ciudad en un destartalado autobús... Me sentía cansada y ofuscada por el inmenso calor y toda la gente a mi alrededor transpiraba como si estuvieran sumergidos en un mar de sudor.

Abordé el autobús y me senté en el primer asiento para refrescarme un poco con la brisa del camino.

Todo transcurrió normalmente hasta que a mitad del camino una mujer abordó el autobús. Vestía harapos, estaba sucia y sostenía un bebé de meses en sus brazos y a su lado llevaba un niño de no más de cuatro años. Ella se sentó a mi lado con el bebé, el otro niño se sentó en el asiento contiguo, al otro lado del pasillo. Observé aquella mujer discretamente: era delgada y podría decirse que había aún restos de juventud en su expresión; pude ver sus facciones: un rostro en el cual aún se vislumbraba unos rasgos bonitos, ojos claros, se notaba que aún era joven, sin embargo el peso del dolor podía verse a través de sus arrugas prematuras. El niño mayor se veía saludable, vivaracho y muy simpático.

El viaje se convirtió en una "excursión de silencio" en cuanto la señora abordó el bus, todos los pasajeros la observaban con preocupación e incluso con cierto desprecio e incomodidad por la suciedad de sus ropas. De pronto en medio del silencio una chispa de luz brilló en los ojos del niño, miró sonriente por la puerta del autobús y gritó: "¡Mira, Mami, qué casa tan bonita!".

Inconscientemente, todos los pasajeros del autobús miramos hacia donde el niño señalaba y solo había un pequeño rancho, con unas pocas tablas, con hendijas por todas partes, sin suelo y con unas latas herrumbradas y rotas por techo".

¡Mira, Mami! ¡Qué bonita y hasta tiene luz! ¡mira tiene un cable!"

La mujer con ojos tristes le dijo "Si, hijo, si" y se volvió avergonzada hacia mí y se disculpó por su pobreza diciendo "No ve que como vivimos tan pobres y nos alumbramos con candelas, él todo lo ve bonito" e inclinó su rostro avergonzada. En aquel momento deseé que el asiento del bus se abriera y me ocultara, ¡Cómo podría quejarme yo después de esto!.

Deseé quitarme las pocas cosas valiosas que llevaba encima y dárselas para que cubriera sus necesidades básicas. ¡Qué vergüenza! ¡Qué derecho tengo yo a "colgarme" adornos y alhajas de oro cuando otros no tienen con qué cubrir sus cuerpos del frío!

En la siguiente parada la mujer bajó, pero todos en el autobús quedamos con el corazón estrujado y un inmenso nudo en la garganta. Y los que nos llamamos "cristianos" con una sensación de culpa por no haber cumplido el mandato: "lo que a uno de estos hiciéreis, a Mí me lo hacéis".

Descubrí que la pobreza te hace apreciar y valorar muchas más cosas de las que a diario vemos y que la belleza está donde la encuentres.



Autor desconocido


Testimonio de un taxista



Me sorprendió gratamente. En un mismo día de trasiego por Madrid, en el que hube de tomar varios taxis, vi que en dos de ellos había colgado un rosario en lugar preferente y muy visible. Pregunté a los taxistas por qué llevaban allí el rosario. Las respuestas no se hicieron esperar:

¿Dónde quiere usted que lo lleve? me dijo uno.

No, si me parece muy bien. Pero sospecho que esto le habrá costado aguantar alguna que otra sonrisita irónica, le contesté.

Pues mire qué le digo. Ciertamente, algunos gamberros han comentado entre sí en el asiento de detrás mi ocurrencia. Piense que lo llevo ahí más de diez años, y en tanto tiempo han subido al taxi miles de personas, de todas las ideologías y educaciones. Pero le aseguro que si alguno me hubiera dicho a mí directamente algo contra el rosario o contra la Virgen, se hubiera acordado para toda su vida. No me gusta que se juegue con las cosas sagradas y tengo derecho a pensar como quiera y a no esconder mi fe y mi devoción a la Virgen. Yo no me meto con nadie. Y el que se meta conmigo por mi fe, «no le arriendo las ganancias». Lo menos que haría sería decirle: bájese usted y tome otro taxi que no lleve rosario. ¿Ofendo yo a alguien con llevarlo?

Así me gusta, hombre. Que la Virgen acoja con su bondad de Madre el buen corazón y la valentía que demuestra.

El otro taxista me explicó que se había encontrado el rosario en la parte trasera del coche, sin duda olvidado por algún cliente. Y lo puso en el lugar de honor del taxi. Así, si alguna vez vuelve a subir el que lo perdió, lo reconocerá y se lo podré restituir. Y mientras tanto, ahí va haciendo algún bien: a mí me recuerda muchas cosas buenas y, a los que suban, les dice que en este taxi se ha de respetar al Señor y a la Virgen. Ah, y conste que por esto no soy más santo que los demás. Pero, esto sí, ganas no me faltan y por lo menos doy testimonio de mi fe.



Fr. José A. M. Puche, O.P.



El Rompecabezas



Cuando era pequeño sentía cierta fascinación por los rompecabezas. Admiraba el modo en el que una figura podía ser obtenida a partir de piezas aparentemente inconexas entre sí, que por sí solas parecían no tener ningún significado y que unidas formaban un todo. Recuerdo la frustración que sentía cuando no conseguía encajar todas las piezas y, en contrapartida, la gran satisfacción al contemplar la obra terminada.

Cuando el rompecabezas está sin resolver se produce en nosotros la duda. Cada pieza representa la incertidumbre, porque por sí sola no significa nada para nosotros y queremos encajarla cuanto antes para ver el rompecabezas terminado y aunque a veces el resultado sea diferente al que esperábamos, el sólo hecho de contemplar algo que reconocemos fácilmente, nos produce tranquilidad, estabilidad y nos hace entrar en la zona de confort, lo conocido. Lo mismo sucede con nuestra vida cotidiana, a menudo queremos dar estabilidad a nuestra existencia buscando el encaje perfecto ante situaciones sin resolver y entonces nos precipitamos y encajamos las piezas equivocadamente, obteniendo un resultado diferente al esperado y dando lugar a un nuevo rompecabezas que nos aleja de nuestras metas personales. En esos momentos sentimos que nuestra vida no marcha bien y es porque la rapidez con la que desarrollamos nuestra existencia y la falta de conexión con nosotros mismos, hace que consigamos el efecto contrario y que nuestro rompecabezas tenga cada vez más piezas separadas entre sí, cuando la realidad es que cada pieza requiere un tiempo y un espacio para desarrollarse y encontrar su lugar exacto.

La gran mayoría de piezas que conforman nuestro rompecabezas las vamos adquiriendo a lo largo de los años, es por ello que a veces tenemos la sensación de vacío, por aquello que anhelamos conseguir pero aún no ha llegado a nuestra vida. Otras veces sentimos que nos sobran piezas, es decir, situaciones que desearíamos no haber vivido y que preferiríamos olvidar cuanto antes, puede incluso que nos encontremos con piezas duplicadas, exactamente iguales entre sí, porque la vida pone en nuestro camino las mismas experiencias una y otra vez hasta que conseguimos superarlas. Y hay ocasiones en las que deseamos las piezas de los rompecabezas de otras personas, pensando erróneamente que son mejores que las nuestras.

El rompecabezas de nuestra vida está formado por nuestro pasado, nuestro presente y nuestro futuro. En el pasado está el comienzo, nuestro punto de partida y de referencia, por ello es fundamental conocernos a nosotros mismos, pues nuestro origen forma la primera pieza de nuestro rompecabezas y nuestra educación determinará la posición que adquirirán las demás piezas a lo largo de nuestra vida. El presente es el ahora, nuestro momento y el futuro el resultado, la proyección de nuestro presente. A veces nos pasamos gran parte de nuestra vida viajando a través del tiempo para intentar encajar todas las piezas y en esa búsqueda del encaje perfecto de nuestro rompecabezas nos olvidamos de lo más importante: vivir en el momento presente, aun cuando sólo dure un instante. El presente es el único lugar en el que podemos modificar cada pieza y encontrar la solución a todas las incógnitas de nuestra vida.

Si alguna vez te preguntas cómo puedes resolver el rompecabezas de tu vida, sólo cuando llegues a un conocimiento profundo de ti mismo, te darás cuenta que en realidad no te falta ni te sobra ninguna pieza, ni necesitas pasarte la vida entera intentando encajarlas entre sí. Lo extraordinario de la vida te enseña que todas las piezas que conforman tu rompecabezas son necesarias para tu crecimiento y evolución personal. Y por eso, tu rompecabezas es perfecto.

Autor desconocido

lunes, 6 de julio de 2020

El delantal de la Virgen



El 18 de enero de 1896 se perdió en Rojales, provincia de Alicante (España), una niña de tres años y tres meses. Llegó la noche helada, y sus padres, con el corazón roto por el dolor, acudieron a las autoridades. La noticia corrió de boca en boca. Todo el pueblo se movilizó. Los jóvenes, con teas encendidas, recorrieron los alrededores del pueblo y el monte vecino; mas la pequeña no aparecía por parte alguna.

El 19 se da aviso a los pueblos del contorno, y todos buscaron a la niña con ansiedad. Las gentes esperaban encontrar al menos su cadáver, suponiendo que no habría resistido el frío de la cruda noche.

A las tres de la tarde, unos tíos suyos, que persistían en la búsqueda, la vieron recostada sobre una roca saliente detrás de la cual hay un precipicio cortado a pico. La niña parecía estar muerta. Sin embargo, al oír la voz de sus tíos se levantó y se dirigió a ellos con los bracitos tendidos, como si despertara de un profundo sueño. Su tía, estrechándola contra su corazón y llorando de emoción, le preguntó:

Hija, ¿cómo has podido soportar esta noche tan fría?

Si no he tenido frío: pues ha estado toda la noche una mujer conmigo y me tapaba con su delantal, contestó la niña sonriendo.

La tía con unos ojos muy abiertos, le sigue preguntando:

Pero, ¿estuvo contigo una mujer?

Sí, tía; una mujer muy buena y cariñosa.

¿Qué te decía esa mujer? ¿No veías por la noche las luces y oías nuestros gritos ?

Sí, los oía. Pero la mujer me decía: "No te muevas, hija mía, que ya vendrán a buscarte"

Las gentes sencillas de aquel pueblo, entusiasmadas de lo que oían contar, gritaban fuera de sí: ¡Milagro! ¡Milagro!...

Al día siguiente se celebró una misa solemne en acción de gracias. La niña fue llevada por sus padres al templo. Estando en él, sus ojitos inquietos se fijan en una imagen de la Virgen del Carmen y vuelta a su madre le dice con candor infantil:

¡Madre! ¡Madre!. Esa es la mujer que me tapaba con el delantal.

Esta niña estaba a punto de caer en un precipicio, pues era de noche y no se veía.

Entonces la Virgen, como buena madre, se quedó con ella junto a aquella roca, para que, mientras durara la noche, no equivocara su camino y se dirigiera al lado contrario del precipicio donde había un gran abismo. Por eso, cuando la niña escuchaba los gritos y veía las antorchas encendidas, la Virgen le decía que no se moviera, que ya vendrían a buscarla, pues al estar a oscuras y tener tan cerca la pendiente, hubiera caído por ella sin remedio.

¿No nos pasa a nosotros, que en algunas ocasiones, al estar desolados y a oscuras, no sabemos a dónde dirigimos?

El peligro está en que, al estar a oscuras, si nos dejamos guiar por nosotros mismos, y creer que podemos salir de aquella dificultad por nuestras solas fuerzas, estamos equivocados, pues vamos como un ciego hacia donde nos lleva la conciencia que, en ese momento anda a oscuras, ya sea porque así Dios lo quiere para que veamos nuestras debilidades o porque nosotros lo busquemos, y así podemos caer por un precipicio y terminar en pecado. San Ignacio, en sus Ejercicios Espirituales dice: "En tiempo de desolación, no hacer mudanza" es decir, esperemos a que pasen esos momentos de abatimiento, no tomemos decisiones, de las cuales luego nos tengamos que arrepentir. Ya vendrán momentos de paz y sosiego y veremos las cosas claras.

Cuando estemos en momentos de desolación, pongámonos bajo la protección de nuestra Madre, que nos cubra con su "delantal" (el santo Escapulario), y oigamos de sus labios aquellas palabras: No te muevas..., que ya vendrán a buscarte.

Y como tan excelente Madre tenemos en el cielo, meditemos los mensajes que en Fátima, Lourdes y tantos sitios dejó como consejo, que ninguna madre da malos consejos a sus hijos, sino muy buenos, para que sigan el camino seguro y vayan directos al gozo eterno.


Autor desconocido


domingo, 5 de julio de 2020

¡Necesitaba un abrazo!



Hace veinte años, yo trabajaba como taxista para subsistir. Lo hacía en el turno de la noche y mi taxi se convirtió en un confesionario móvil. Los pasajeros se subían, se sentaban detrás de mí en total anonimato, y me contaban acerca de sus vidas. Encontré personas cuyas vidas me asombraban, me ennoblecían, me hacían reír y me deprimían. Pero ninguna me conmovió tanto como la mujer que recogí en una noche de agosto.

Respondí a una llamada de unos pequeños edificios en una tranquila parte de la ciudad. Asumí que recogería a algunos saliendo de una fiesta o un trabajador que tenía que llegar temprano a una fábrica de la zona industrial de la ciudad. Cuando llegué a las 2:30 am el edificio estaba oscuro excepto por una luz en la ventana del primer piso. Aunque la situación se veía peligrosa, yo siempre iba hacia la puerta. Este pasajero debe ser alguien que necesita de mi ayuda, razoné para mí.

Por lo tanto caminé hacia la puerta y toqué... "un minuto" respondió una frágil voz. Pude escuchar que algo era arrastrado a través del piso, después de una larga pausa, la puerta se abrió.

Una pequeña mujer de unos ochenta años se paró enfrente de mí. Ella llevaba puesto un vestido floreado, y un sombrero con un velo, como alguien de una película de los años 40. A su lado, una pequeña maleta de nylon. El apartamento se veía como si nadie hubiera vivido ahí durante muchos años. Todos los muebles estaban cubiertos con sábanas, no había relojes en las paredes, ninguna baratija o utensilio. En la esquina había una caja de cartón llena de fotos y una vajilla de cristal. La señora repetía su agradecimiento por mi gentileza.

- "No es nada", le dije. "Yo sólo intento tratar a mis pasajeros de la forma que me gustaría que mi mamá fuera tratada".

- "Oh, estoy segura de que es un buen hijo", dijo ella. Cuando llegamos al taxi me dio una dirección, entonces preguntó: - "¿Podría llevarme a través del centro?".

- "Ese no es el camino más corto", le respondí rápidamente.

- "Oh, no importa", dijo ella, "No tengo prisa, voy camino del asilo". La miré por el espejo retrovisor, sus ojos estaban llorosos.

- "No tengo familia"- ella continuó, "el doctor dice que no me queda mucho tiempo". Tranquilamente estiré mi brazo y apagué el taxímetro.

- "¿Qué ruta le gustaría que tomara?", le pregunté. Por las siguientes dos horas, conduje a través de la ciudad. Ella me enseñó el edificio donde había trabajado como operadora de elevadores. Me dirigí hacia el vecindario donde ella y su esposo habían vivido cuando ellos eran recién casados. Ella me pidió que nos detuviéramos enfrente de un almacén de muebles donde una vez hubo un salón de baile, al que ella iba a bailar cuando era joven. Algunas veces me pedía que pasara lentamente enfrente de un edificio en particular o una esquina y veía en la oscuridad, y no decía nada. Con el primer rayo de sol apareciéndose en el horizonte, ella repentinamente dijo:

- "Estoy cansada, vámonos ahora".

Me dirigí en silencio hacia la dirección que ella me había dado. Era un edificio bajo, como una pequeña casa de convalecencia, con un camino para autos que pasaba bajo un pórtico.

Dos asistentes vinieron hacia el taxi tan pronto como pudieron. Debían haber estado esperándola. Yo abrí la cajuela y dejé la pequeña maleta en la puerta. La mujer estaba lista para sentarse en una silla de ruedas.

- "¿Cuánto le debo?", ella preguntó, buscando en su bolsa.

- "Nada", le dije.

- "Tienes que vivir de algo", ella respondió.

- "Habrá otros pasajeros", yo respondí. Casi sin pensarlo, me agaché y la abracé. Ella me sostuvo con fuerza, y dijo:

- "¡¡¡Necesitaba un abrazo!!!".

Apreté su mano, entonces caminé hacia la luz de la mañana. Atrás de mí una puerta se cerró, fue un sonido de una vida concluída. No recogí a ningún pasajero en ese turno, vagué sin rumbo por el resto del día. No podía hablar, ¿Qué habría pasado si a la mujer la hubiese recogido un conductor malhumorado o alguno que estuviera impaciente por terminar su turno?, ¿Qué habría pasado si hubiera rehusado a atender la llamada, o hubiera tocado el claxon una vez, y me hubiera ido?. En una vista rápida, no creo que haya hecho algo más importante en mi vida. Estamos condicionados a pensar que nuestras vidas están llenas de grandes momentos, pero los grandes momentos son los que nos atrapan bellamente desprevenidos, en los que otras personas pensarán que sólo son pequeños momentos. La gente tal vez no recuerde exactamente lo que tú hiciste o lo que dijiste... pero siempre recordarán cómo los hiciste sentir.



Autor desconocido

sábado, 4 de julio de 2020

Un ángel llamado mamá



Un niño que iba a nacer le dijo a Dios:

-Me dicen que me vas a enviar a la Tierra, pero, ¿cómo viviré tan pequeño e indefenso como soy?

Y Dios le respondió:

-No temas, entre muchos ángeles escogí uno para ti que te está esperando; él te cuidará.

Y el niño volvió a preguntar:

-¿Quién me alimentará?

-El mismo ángel - contestó Dios.

-¿Quién me acunará?

-El lo hará, como también te hará sonreír, calmará tus dolores, velará tu sueño, te guiará por la vida mientras creces.

-¿Y cómo entenderé a la gente que me hable, si no conozco el extraño idioma que hablan los hombres?

-Tu ángel te dirá las palabras más dulces y más tiernas que puedas escuchar, y con mucha paciencia y cariño te enseñará a hablar.

-He oído que en la Tierra hay hombres malos. ¿Quién me defenderá?

-Tu ángel te protegerá de todas las maldades del mundo y cuidará de ti en cada momento de tu vida, día y noche. No permitirá que te hagan daño. Si enfermas, buscará los medios para sanarte, porque dará su propia vida por ti si es necesario.

En ese instante, una gran paz reinaba en el cielo, pero se oían voces terrestres, y el niño, presuroso, repetía suavemente:

-Dios mío, si ya me voy, dime su nombre. ¿Cómo se llama mi ángel?

Dijo la voz de Dios, llena de paz y de amor:

-Su nombre no te lo diré, porque no es necesario, pero tú le llamarás MAMÁ.




Autor desconocido


viernes, 3 de julio de 2020

El dolor no deforma, transforma



Valió la pena, sufrir dolores de parto, cuando al final se sostiene entre las manos una nueva vida que el existir de la Madre ha transformado.

Y el dolor que se experimenta en las pequeñas caídas, cuando se dan los primeros pasos, se convierte en triunfo, al lograr afianzar el caminar, luego poder correr, y quizás hasta en sueños volar.

Un fracaso, asumido con madurez, puede en un principio doler; pero al superarlo, el alma se logra fortalecer; y más valiente se hace el ser humano, ante cualquier reto que se le presente o ante los diferentes momentos que en su vida pueda tener.

Los padres que tienen un hijo especial, desde un primer momento, es tan grande el dolor que pueden llegar a pensar, que se sienten frustrados y no lo podrán superar; pero con el tiempo y asumido desde la fe, ese ser que en un principio causó dolor, se llegará a convertir en el más grande amor, y les enseñará a descubrir lo que realmente en la vida tiene valor.

El perder un ser querido, deja el corazón destruido, hasta que se logra ver la muerte desde los ojos de Dios, y se transforma en esperanza el dolor; esta tristeza que deja el vacío, nos enseña a valorar a quienes a nuestro lado han quedado, y que también son seres amados.

Si careces de algo, valoras más lo que tienes. Si sufres por alguien, llegas a amarlo más, si escoges el camino difícil, te haces más fuerte, si experimentas de cerca la muerte, aprendes a amar más la vida, si caes; adquieres destreza en levantarte. El dolor no deforma, sino que transforma.

El dolor no deforma, transforma, es una gran verdad y eso lo sustentan, quienes al sufrir, sienten que han crecido y se han fortalecido aún más. Todo esto define, esa gran verdad: "El dolor no deforma, transforma".


Autor desconocido


jueves, 2 de julio de 2020

La raíz del laurel



Cerca de un arroyo de aguas frescas, había un pequeño bosque. Los árboles eran muy variados. Todos gastaban las energías en ser más altos y grandes, con muchas flores y perfumes, pero quedaban débiles y tenían poca fuerza para echar raíz.

En cambio un laurel dijo: "Yo, mejor voy a invertir mi savia en tener una buena raíz; así creceré y podré dar mis hojas a todos los que me necesiten".

Los otros árboles estaban muy orgullosos de ser bellos; ¡en ningún lado había tantos colores y perfumes! Y no dejaban de admirarse y de hablar de los encantos de unos y otros, y así, todo el tiempo, mirándose y riéndose de los demás.

El laurel sufría a cada instante esas burlas. Se reían de él, presumiendo de sus flores, perfumes y abundante ramaje. -"¡Laurel!", le decían, "¿para qué quieres tanta raíz? Mira, a nosotros todos nos alaban porque tenemos poca raíz y mucha belleza. ¡Deja de pensar en los demás! ¡Preocúpate sólo de ti!"

Pero el laurel estaba convencido de lo contrario; deseaba amar a los demás y por eso tenía raíces fuertes.

Un buen día, vino una gran tormenta, y sacudió, sopló y resopló sobre el bosque. Los árboles más grandes, que tenían un ramaje inmenso, se vieron tan fuertemente golpeados que por más que gritaban no pudieron evitar que el viento los tumbara. En cambio el pequeño laurel, como tenía pocas ramas y mucha raíz, apenas sí perdió unas cuantas hojas. Entonces todos comprendieron que lo que nos mantiene firmes en los momentos difíciles no son las apariencias, sino lo que está oculto en las raíces, dentro de tu corazón, allí en tu alma... tu fe.


Autor desconocido




Los cinco defectos de Jesús



Primer defecto: Jesús no tiene buena memoria

En la cruz, durante su agonía, Jesús oyó la voz del ladrón a su derecha:
«Jesús, acuérdate de mí cuando vengas con tu Reino». Si hubiera sido yo, le habría contestado: «No te olvidaré, pero tus crímenes tienen que ser expiados, al menos, con 20 años de purgatorio». Sin embargo Jesús le responde: «Te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso». Él olvida todos los pecados de aquel hombre. La parábola del hijo pródigo nos cuenta que éste, de vuelta a la casa paterna, prepara en su corazón lo que dirá: «Padre, pequé contra el cielo y ante ti. Ya no merezco ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno de tus jornaleros». Pero cuando el padre lo ve llegar de lejos, ya lo ha olvidado todo; corre a su encuentro, lo abraza, no le deja tiempo para pronunciar su discurso, y dice a los siervos, que están desconcertados: «Traed el mejor vestido y vestidle, ponedle un anillo en la mano y unas sandalias en los pies. Traed el novillo cebado, matadlo, y comamos y celebremos una fiesta, porque este hijo mío había muerto y ha vuelto a la vida; se había perdido y ha sido hallado». Jesús no tiene una memoria como la mía; no sólo perdona, y perdona a todos, sino que incluso olvida que ha perdonado.


Segundo defecto: Jesús no sabe matemáticas


Si Jesús hubiera hecho un examen de matemáticas, quizá lo hubieran suspendido. Lo demuestra la parábola de la oveja perdida. Un pastor tenía cien ovejas. Una de ellas se descarría, y él, inmediatamente, va a buscarla dejando las otras noventa y nueve en el redil. Cuando la encuentra, carga a la pobre criatura sobre sus hombros. Para Jesús, uno equivale a noventa y nueve, ¡y quizá incluso más! ¿Quién aceptaría esto?. Cuando se trata de salvar una oveja descarriada, Jesús no se deja desanimar por ningún riesgo, por ningún esfuerzo.


Tercer defecto: Jesús no sabe de lógica

Una mujer que tiene diez dracmas pierde una. Entonces enciende la lámpara para buscarla. Cuando la encuentra, llama a sus vecinas y les dice: «Alegraos conmigo, porque he hallado la dracma que había perdido». ¡Es realmente ilógico molestar a sus amigas sólo por una dracma! ¡Y luego hacer una fiesta para celebrar el hallazgo! Y además, al invitar a sus amigas ¡gasta más de una dracma! Ni diez dracmas serían suficientes para cubrir los gastos...
Jesús, como conclusión de aquella parábola, desvela la extraña lógica de su corazón: «Os digo que, del mismo modo, hay alegría entre los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierta».


Cuarto defecto: Jesús es un aventurero

El responsable de publicidad de una compañía o el que se presenta como candidato a las elecciones prepara un programa detallado, con muchas promesas. Nada semejante en Jesús. Su propaganda, si se juzga con ojos humanos, está destinada al fracaso. Él promete a quien lo sigue procesos y persecuciones. A sus discípulos, que lo han dejado todo por él, no les asegura ni la comida ni el alojamiento, sino sólo compartir su mismo modo de vida. A un escriba deseoso de unirse a los suyos, le responde: «Las zorras tienen guaridas, y las aves del cielo nidos; pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza».

El pasaje evangélico de las bienaventuranzas, verdadero «autorretrato» de Jesús, aventurero del amor del Padre y de los hermanos, es de principio a fin una paradoja, aunque estemos acostumbrados a escucharlo:
«Bienaventurados los pobres de espíritu..., bienaventurados los que lloran..., bienaventurados los perseguidos por... la justicia..., bienaventurados seréis cuando os injurien y os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos».

Pero los discípulos confiaban en aquel aventurero. Desde hace más de dos mil años y hasta el fin del mundo no se agota el grupo de los que han seguido a Jesús. Basta mirar a los santos de todos los tiempos. Muchos de ellos forman parte de aquella bendita asociación de aventureros. ¡Sin dirección, sin teléfono, sin fax...!

Quinto defecto: Jesús no entiende ni de finanzas ni de economía

Recordemos la parábola de los obreros de la viña: «El Reino de los Cielos es semejante a un propietario que salió a primera hora de la mañana a contratar obreros para su viña. Salió luego hacia las nueve y hacia mediodía y hacia las tres y hacia las cinco.., y los envió a sus viña». Al atardecer, empezando por los últimos y acabando por los primeros, pagó un denario a cada uno.

Si Jesús fuera nombrado administrador de una comunidad o director de empresa, esas instituciones quebrarían e irían a la bancarrota: ¿cómo es posible pagar a quien empieza a trabajar a las cinco de la tarde un salario igual al de quien trabaja desde el alba? ¿Se trata de un despiste, o Jesús ha hecho mal las cuentas? ¡No! Lo hace a propósito, porque -explica-: «¿Es que no puedo hacer con lo mío lo que quiero?, ¿O va a ser tu ojo malo porque yo soy bueno?».

Y nosotros hemos creído en el amor

Pero preguntémonos: ¿por qué Jesús tiene estos defectos?

- ¡Porque es Amor¡. El amor auténtico no razona, no mide, no levanta barreras, no calcula, no recuerda las ofensas y no pone condiciones.



Autor Cardenal Francisco Xavier Nguyen

Aprovecha la ayuda de Dios



-Padre

-Dime hijo

-Estoy sufriendo mucho, tengo muchos problemas

-¿Qué pasa? ¿Por qué?

-Me siento solo, sin apoyo ...

-¿Sin apoyo? me tienes a mí, hijo.

-Pero no es lo mismo, tú no puedes venir y abrazarme y consolarme, tú no pue..

-¡Hey! ¿Por qué no?

-Pues porque tú estás ahí arriba y yo aquí abajo.

-Sí, pero yo siempre estoy contigo.

-Sí pero ... es que Tú no entiendes Señor. Tú eres un padre amoroso en quien puedo confiar pero yo necesito alguien como tú aquí abajo

-Ya lo envié una vez y mira lo que le hicieron.

-Cierto.

-Hijo, yo estoy contigo en todo momento, estoy contigo en tu madre que te abraza todos los días, estoy contigo en el amigo que te consuela porque estallaste, pero tú no lo ves ... Hay personas que tienen tanto que darte de ayuda y tú no la aceptas ...

"Si tienes una amistad, aprovéchala
Si tienes una familia aprovéchala
Si tienes un amor aprovéchalo
Si tienes un error aprovéchalo para ser mejor
Si tienes dificultades ábrete a toda ayuda
Si tienes problemas, resuélvelos con alegría
Y si tienes una vida aprovéchala, porque si no la aprovechas de nada te serviría."

-Padre, hoy he comprendido que a veces Tú me das más ayuda de la que necesito, y que si tengo un problema te tengo a Tí en muchas otras personas, y que cuando me sienta solo por no tener apoyo, mire hacia arriba y se dibuje en mí una sonrisa, porque sé que hay alguien que nunca me deja.

-Te la doy porque sé que tú me necesitas.

-Gracias Padre, ¿Cómo te podría pagar toda tu ayuda?

-Aprovechándola, hijo, aprovechándola.


Autor desconocido



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